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2 Hombres en Jericó

En su visita a la ciudad de Jericó el Señor Jesús tuvo un encuentro con dos hombres. Uno se llamaba Bartimeo, un hombre ciego que mendigaba junto al camino; el otro se llamaba Zaqueo, un hombre rico, cobrador de impuestos, que quería ver a Jesús. La historia completa está relatada en la Biblia en el evangelio de Lucas 18:35 al 19:10. 

Para ambos era una oportunidad única, ya que Jesús pasaba por la ciudad y sería la última visita del Hijo de Dios a aquel lugar. Así como la oportunidad del pecador de tener la vida eterna es hoy, “he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2). 

Ahora, comparemos estas dos historias para notar 4 cosas interesantes: 

La CONDICIÓN de estos dos hombres 

Tratemos de describir cada uno de estos hombres: 

  • Bartimeo: ciego, pobre, sin ninguna ayuda, mendigando comida o dinero de los transeúntes y, probablemente, sin un futuro muy prometedor 
  • Zaqueo: exitoso en su trabajo (ya era jefe), rico, hombre de autoridad y gozaba de comodidades que le brindaban su estatus social 

A primera vista, pareciera que estos dos hombres eran completamente diferentes, sin embargo, tenían muchas cosas en común. 

Cada uno tenía una gran necesidad. Ambos hombres deseaban ‘ver’. Bartimeo quería ver porque era ciego; Zaqueo se nos dice que “procuraba ver a Jesús” (Lucas 19:3). Bartimeo tenía una necesidad física que sólo Jesús podía suplir; Zaqueo tenía una necesidad espiritual, un vacío que sólo Cristo podía llenar. 

De igual manera, todos los seres humanos, sin importar la nacionalidad, trasfondo familiar, estatus social o condición física, tenemos algo en común y es que todos somos pecadores. Dice Romanos 3:23 que “no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. 

El pecado es el problema más grande del ser humano, ya que su consecuencia es la condenación eterna por haber quebrantado la justa y santa ley del Dios del universo. Sin embargo, hay solución para el pecado. 

La OPOSICIÓN de la multitud 

Bartimeo estaba clamando al Salvador y la multitud lo mandaba a callar. Mientras más clamaba, más lo callaban. Zaqueo “procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud”. En ambos casos la multitud representa un obstáculo. 

Así, el mundo no quiere que las personas se interesen y clamen al Salvador. Pone tropiezos para evitar que las personas se acerquen a Él. Confunde, entretiene, ofrece placeres y desvía la atención de quienes se interesan por la salvación de sus almas. 

¿Tienes verdadero interés de ser salvo? ¿Hay algo o alguien en tu vida que está siendo de tropiezo para que vengas al Salvador? 

La COMPASIÓN del Salvador 

Dios no hace acepción de personas. Está dispuesto a recibir al que viene a Él. Cristo dijo: “al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). El versículo clave en esta historia es: “el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). 

Su deseo por salvar al pecador perdido le llevó a dar su vida en la cruz del Calvario. Cargó sobre sí el castigo de nuestros pecados; el juicio de Dios cayó sobre Él, y ofrece el perdón total y completo al que confía en Él como Salvador. 

Su resurrección es la garantía de la seguridad de nuestra salvación. Cristo vive y es poderoso para salvar para siempre. 

La CONVERSIÓN de Bartimeo y Zaqueo 

Hubo un cambio en la vida de cada uno de estos hombres. Bartimeo recibió la vista; estaba en tinieblas y vio la luz. Esto nos hace pensar en las palabras del Señor Jesucristo, que aquella persona que es salva, abre sus ojos, pasa de las tinieblas a la luz, de la potestad de Satanás a Dios y recibe, por la fe en Él, el perdón de pecados y herencia entre los santificados. 

Zaqueo mostró su conversión al decir a Jesús: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres” (Lucas 19:8). Su más preciosa posesión era Cristo, su Salvador. La salvación es solamente por la fe en Cristo, y quien lo recibe como Salvador, su vida cambia teniendo un nuevo deseo de agradar y servir a Cristo el Señor. 

Si aún no eres salvo, hoy puedes tener el perdón de tus pecados. Hoy se te ofrece la salvación, confía en Cristo ahora.

Miguel Mosquera

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