«Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios»
(1 Samuel 30:6)
Hay por lo menos tres formas de experimentar la soledad:
- El que cree que está solo cuando realmente no lo está: Esto lo podemos ver en el caso de Elías, quien pensaba que era el único en Israel que no había adorado a Baal y que se había mantenido fiel a Dios, pero Dios le va a mostrar que hay 7.000 hombres que no han doblado sus rodillas a Baal. Muchas veces estamos tan inmersos en nuestro problema que no nos damos cuenta que hay otros que también están pasando por la misma prueba y que se han mantenido fieles a Dios.
- El que realmente está solo, sin embargo, ni aun así está solo: Pablo dice a Timoteo que en su primera defensa todos lo habían abandonado (2 Timoteo 4:16), realmente estaba solo. Pero luego dice que “el Señor estuvo a mi lado”. No habrá ningún momento en que estemos completamente solos, porque siempre el Señor estará a nuestro lado.
- El que está rodeado de gente pero la verdad es que está solo: David estaba rodeado de gente pero realmente nadie estaba a su lado. Todos se habían puesto en contra de él y había quedado solo. David se fortaleció en Jehová su Dios. A pesar que David había fallado en su fidelidad a Dios al irse a los filisteos eso no hizo que Dios se pusiera en contra de él. Dios nunca nos abandona a pesar que podamos fallarle a Él.
Solamente el Señor Jesucristo experimentó total abandono en la cruz por nosotros. Sus discípulos le dejaron, la multitud que le rodeaba no estaba allí precisamente para darle apoyo o compañía sino para burlarse de Él, eso dejaba solamente uno a quien acudir, sin embargo, Dios también lo abandonó. Él experimentó la soledad absoluta y por lo tanto nosotros no tenemos que experimentarla. Él siempre estará con nosotros. Puede que todos me abandonen, y “aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá” (Salmo 27:10).