«Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú… Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador» (Isaías 43:1,3)
Es interesante ver cómo en solamente dos versículos Dios quiera mostrarnos tanto sobre su persona. Aquí encontramos seis títulos o nombres de Dios y, cada uno de ellos, nos habla algo sobre Él: Jehová, Creador, Formador, Dios, Santo de Israel y Salvador.
Jehová nos hace pensar en la eternidad de Dios, no está limitado por el tiempo. En el principio Él estaba y tampoco tiene final. A Moisés se le reveló como el «Yo soy», el eterno presente, no tuvo comienzo ni tampoco tendrá fin.
Pero también menciona que Él es el Creador. Esta palabra tiene la idea de un escultor que, con sus herramientas, le da forma a una madera de acuerdo a lo que él quiere. «En el principio creó Dios los cielos y la tierra»; «creó Dios al hombre a su imagen», Dios hizo todas las cosas, incluyéndonos, nos dio la forma externa, como el escultor. Tenemos todo lo que necesitamos en nuestro cuerpo, es una obra de tal perfección que no deja de asombrarnos.
Cuando se revela como el Formador, está utilizando más bien la ilustración de un alfarero con su vasija. En la rueda el alfarero no solamente le da forma a su pieza por fuera pero también es capaz de dar la forma deseada por dentro. Así es Dios, nosotros no somos simplemente una pieza de materia, sino que tenemos alma y espíritu, sentimientos,2 y Dios nos ha hecho con un propósito, el de darle gloria a Él.
Al hablar de Dios podemos verle como Aquél que está muy por encima de nosotros. Con razón las Escrituras con frecuencia se refieren a Él como el «Dios Altísimo», tiene control y sostiene todas las cosas.
Uno de los muchos atributos de Dios es: su santidad. Aquí lo muestra, no hay pecado en Él ni tampoco puede pecar. Pero también en este título está mencionando su asociación con Israel, el pueblo de Dios.
Dios también es el Salvador, tu Salvador, es personal. Podrá notar la secuencia de tiempo en el orden de estos nombres, desde la eternidad hasta la cruz, y todo esto lo podemos ver en el Señor Jesucristo. Más que maravillarnos que Dios revele tanto en tan pocas palabras es el hecho que Cristo es la perfecta revelación de Dios. Él es eterno (Juan 8:58), el Creador (Juan 1:3), nuestro Formador (Juan 15:5), Dios (Romanos 9:5), Santo (Hechos 3:14) y nuestro Salvador (Lucas 2.11). Es por esto que con verdad el apóstol Pablo dijo «Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad» (Colosenses 2:9).
Miguel Mosquera