Andar mal y no darse cuenta

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El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?Malaquías 1:6

 

La profecía de Malaquías está escrita principalmente a los sacerdotes. Su condición espiritual había decaído grandemente, pero lo más triste es que ellos ni cuenta se habían dado de lo mal que estaban. ¿Será que yo también estoy viviendo de esta manera? El Señor reprende la iglesia de Laodicea porque «ni eres frío ni caliente» (Apocalipsis 3:15), ellos eran tibios, andaban mal pero no se sentían que estaban «tan mal» como otros.

Dios confronta a los sacerdotes porque han menospreciado su nombre. La respuesta es de completa sorpresa. Es como si nunca hubiesen pensado que ofrecerle a Dios pan inmundo y animal enfermo era algo malo. Dios los reta diciéndoles: «Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti?» (1:8), ¿cuánto más ofrecérselo a Dios? Ahora te pregunto: Si en tu trabajo pusieras el mismo empeño y esfuerzo que pones en la iglesia, ¿conservarías tu empleo? ¿Estaría tu jefe orgulloso buscando ascenderte o aumentar tu sueldo? Si das lo mejor de ti cuando se trata del trabajo, ¿por qué darle menos a Dios?

El que está andando mal y se da cuenta de ello tiene la posibilidad (y la responsabilidad) de arreglar las cosas, pero el que anda mal y no se da cuenta está en una triste condición. Dios demanda arrepentimiento y restauración, sin embargo el que no se da cuenta que está mal dice «¿En qué hemos de volvernos?» (3:7). No ven la necesidad de volverse a Dios y, por lo tanto, se mantienen alejados.

Examina tu vida. Si hay algo que anda mal, reconócelo y arrepiéntete para que seas restaurado. Dios dice: «Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová» (Isaías 40:4-5).

Da lo mejor al Maestro,
ríndele fiel devoción;
sea su amor tan sublime
el móvil de cada acción.
Puesto que al único Hijo
dionos el Padre de amor,
sírvele con alegría;
dale de ti lo mejor.

Miguel Mosquera

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