Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo… Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?1 Corintios 12:12,15
El cuerpo humano nos enseña muchas lecciones sobre nuestro servicio cristiano, de las cuales yo quisiera resaltar tres de ellas. 1 Corintios 12 nos enseña sobre los dones que Dios ha dado a cada creyente. Los dones no son habilidades con las cuales nacemos sino más bien son capacidades dadas por Dios para el desempeño de nuestro servicio a Él. Cuando Dios nos asigna una responsabilidad, también nos da la capacidad para llevarla a cabo.
Veamos, entonces, tres lecciones sobre el cuerpo humano:
Diversidad
No todos tenemos la misma capacidad ni la misma responsabilidad. El versículo citado nos muestra que el cuerpo tiene muchos miembros, las funciones son muy diferentes una de otra y el hecho que haya diversidad no implica un problema sino más bien una ventaja. De la misma manera en el servicio cristiano cada creyente tiene responsabilidades diferentes. Esto no debe crear confusión ni competencia sino más bien es necesaria la diversidad para poder llevar a cabo las tareas. Unos predican, otros enseñan, otros pastorean, otros ayudan, otros invitan, etc.
Igualdad
La igualdad no quiere decir que unos sean más importantes que otros. «Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo?», por supuesto que no. La igualdad viene en que tenemos un mismo Salvador y que hemos sido comprados al mismo precio, la muerte del Señor Jesús y su sangre derramada a nuestro favor. Además, el servico a Dios no es para atraer la atención a nosotros o al don que estemos desempeñando, sino para dar la gloria a Cristo. Si Él no está recibiendo la gloria, entonces algo está mal y hay que corregirlo.
Unidad
Aunque son muchos los miembros es un solo cuerpo. ¿Qué nos une? «Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos» (Efesios 4:3-6). El enemigo busca dividir, porque al dividir él puede destruir. Cuando nos mantenemos unidos a la cabeza, que es Cristo, entonces se verá reflejada la unidad en el resto del cuerpo: «crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor» (Efesios 4:15-16).
Miguel Mosquera
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