Entonces Faraón quitó su anillo de su mano, y lo puso en la mano de José, y lo hizo vestir de ropas de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello; y lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaron delante de él: ¡Doblad la rodilla!; y lo puso sobre toda la tierra de Egipto… Haréis, pues, saber a mi padre toda mi gloria en Egipto, y todo lo que habéis vistoGénesis 41:42-43; 45:13
Han pasado unos 13 años desde que José dejó el valle de Hebrón, la casa de su padre. Hasta ahora pareciera que el rumbo de José es hacia abajo. Es vendido por sus hermanos y despojado de su túnica de colores, es vendido a la casa de Potifar y trabaja como esclavo, es acusado injustamente y puesto en la cárcel y, en la cárcel, está sirviendo a los otros presos. José pudiera pensar en los sueños que ha tenido más temprano en su vida y preguntarse si realmente Dios iba a cumplirlos. Quizás has pasado, o estés pasando, por momentos así en tu vida en que parece que todo va en descenso, un evento es peor que el anterior, y las promesas de Dios parecen estar tan lejos de cumplirse. Dios está en control, aunque muchas veces necesitemos estar ‘abajo’ y pasar por dificultades para conocer que Dios está cerca. A veces necesitamos ‘descender’ para poder apreciar mejor el ‘ascenso’.
José anhelaba tan solamente salir de la cárcel, pero Dios tenía algo más grande para él. Los sueños de Faraón permitieron que José no sólo saliera de la cárcel, sino que le dio una oportunidad para testificar de la sabiduría y poder de Dios delante de Faraón. Luego de interpretar los sueños de Faraón, el rey de Egipto, éste exaltó a José sobre toda la tierra y lo puso como señor de toda la tierra.
No podemos dejar de considerar a Aquel que también descendió hasta lo más bajo, la muerte de un malhechor, en una cruz, llevando nuestros pecados y la maldición de la ley. Filipenses 2 nos señala el ‘descenso’ de Cristo en su humillación, para ir a la cruz. También nos describe la exaltación de Cristo. No se exaltó a sí mismo, sino que Dios le exaltó. «Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre» (Filipenses 2:9-11).
Los hermanos de José un día dijeron que no se postrarían ante José, pero lo hicieron. El pueblo de Israel dijo del Señor: «No queremos que éste reine sobre nosotros» (Lucas 19:14), pero también lo harán. Toda rodilla se doblará ante Cristo, quien es digno de toda honra y gloria. Tenemos el privilegio de postrarnos ante Él en adoración y hablarle al Padre de las glorias de su Hijo, de lo que hemos visto y apreciado en cuanto a Él.
Adorémosle con fe;
Él es digno yo lo sé.
Toma, Señor, mi corazón
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Miguel Mosquera
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