Un refugio en medio de la destrucción

MiguelDevocionalesLeave a Comment

He aquí que para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio. Y será aquel varón como escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión; como arroyos de aguas en tierra de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra calurosaIsaías 32:1-2

A partir del capítulo 28 de Isaías, el profeta comienza a pronunciar varios “Ayes” contra los grandes reinos de la tierra, incluyendo a Israel y Judá. Dios está airado contra las naciones, está dispuesto a descender en juicio. La ambición por grandeza ha hecho que los grandes reinos entren en guerras sangrientas, no hay paz ni justicia en el mundo, engrandecen sus ejércitos, confían en la valentía de sus jinetes y generales, y se han olvidado de Dios.

No es muy diferente al mundo en que vivimos el día de hoy. Las naciones se jactan de su conocimiento, riquezas y poderío. En su ambición por querer más se han olvidado de Dios, no hay paz, ni se hace justicia. Mucho discurso y poca verdad. A pesar del fracaso de los gobiernos humanos el hombre sigue poniendo su esperanza en los grandes reyes.

En medio de los juicios de Dios a estas naciones encontramos la promesa en cuanto a la venida de un Rey justo. Él es singular, no es como los otros reyes. “Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte” (Salmo 2:6). Es una referencia al reino de Cristo. Él no es escogido por medio de elecciones, sino es Dios quien lo ha escogido y sentado en el trono. Él traerá justicia, gobernará con equidad. Habrá verdadera paz y quien confía en Él no será avergonzado. Es refugio a quien en Él espera. No hará acepción de personas ni juzgará conforme a la vista de sus ojos.

No ponemos nuestra confianza en ningún presidente, en ellos siempre tendremos decepción y desilusión. Tenemos un refugio que es seguro, un peñasco que es firme. Este mundo va a empeorar, pero nuestra esperanza está puesta en las cosas celestiales, “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20).

Miguel Mosquera

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