Su fidelidad y constancia

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“Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente; de generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca”Salmo 89:1

El salmo 89 es el salmo de la fidelidad de Dios. La palabra hebrea emuná aparece 7 veces en este salmo, más que en cualquier otro capítulo del Antiguo Testamento. La vemos en los versículos 1, 2, 5, 8, 24, 33 y 49. Aunque en nuestra traducción aparece cinco veces traducida como “verdad” es la idea del primer versículo la cual es desarrollada a lo largo del salmo.

Es usada por primera vez en la Biblia en Éxodo 17:12 cuando Israel estaba peleando contra Amalec y Moisés se encontraba en la cima del monte con la vara en su mano y sus manos levantadas. Cuando Moisés bajaba sus manos Amalec prevalecía en la batalla, cuando Moisés levantaba sus manos Israel prevalecía. Las manos de Moisés se cansaban, así que Aarón y Hur le sostuvieron sus manos de manera que “hubo en sus manos firmeza [emuná=fidelidad] hasta que se puso el sol”. Como hombre Moisés se cansaba, ¡qué contraste con nuestro Gran Sumo Sacerdote en los cielos! El Señor Jesús «no desfallece, ni se fatiga con cansancio” (Isaías 40:28).

En este salmo aprendemos varias cosas acerca de la fidelidad de Dios. La fidelidad de Dios no cambia con el tiempo (v.1). Aunque las generaciones pasan, Dios siempre permanece fiel. Está establecida en los cielos (v.2) porque no se ve alterada por las circunstancias terrenales. Es su fidelidad que guarda los pactos (vv.3-5), y a pesar de los errores de David y de su descendencia, esto no hizo que Dios cambiara ni fallara a su pacto. La fidelidad y la misericordia de Dios van íntimamente relacionadas (v.24). Dios no es fiel como premio a nuestra conducta, sino que a pesar de ser indignos y sin merecer su cuidado, Él está siempre a nuestro lado e intercede a nuestro favor. Nunca hará fallar su fidelidad (v.33) ya que es parte del carácter de Dios. A pesar de que las circunstancias parezcan decir lo contrario (v.49) Dios siempre será firme y fiel a su palabra, a sus promesas y a su pacto.

Con razón el salmo termina, “Bendito sea Jehová para siempre. Amén, y Amén”.

Miguel Mosquera

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