Peregrinos en la tierra

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Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación1 Pedro 1:17

El apóstol Pedro les escribe a cristianos que están dispersos en el mundo, lejos de su tierra natal, para animarlos a continuar fieles a pesar de las circunstancias que están pasando. De la misma manera nos recuerda que todo creyente, sin importar donde se encuentre, es un peregrino, transitando por este mundo hacia nuestra patria celestial. 

En este peregrinar debemos conducirnos como ciudadanos del cielo. Debemos reflejar el carácter de nuestro Padre, “como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Pedro 1:15). Al principio de su carta el apóstol Pedro nos habla de la seguridad que tiene cada creyente de una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”, por la “herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible” y por la Palabra de Dios que es fiel (1 Pedro 1:10-11). Lo que creemos tiene un fundamento firme, y también tiene un impacto sobre nuestra vida diaria, nuestra conducta, sobre nuestro testimonio al mundo. Como peregrinos no nos comportamos de acuerdo al lugar donde estamos sino de acuerdo al lugar al que pertenecemos y a donde vamos. 

Por eso debemos “conducirnos en temor”. No significa con miedo a Dios, sino con respeto, reverencia y aprecio hacia Él. Conscientes de su presencia con nosotros cada momento y con nuestros pensamientos centrados en Él. Un ejemplo de las Escrituras sería José. Viviendo en Egipto, sin que nadie de su familia viera lo que estaba haciendo o cómo se estaba comportando, José se condujo en temor, consciente que la presencia del Señor siempre estaba con él, observándolo en todo momento. Esto le llevó a ser responsable en su trabajo, honesto en sus palabras, paciente en la prueba y firme en las tentaciones. 

Aunque otros no nos vean, Dios siempre nos ve. Que esto nos estimule a conducirnos en temor todo el tiempo de nuestra peregrinación. 

Miguel Mosquera

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