Luego se fue Daniel a su casa e hizo saber lo que había a Ananías, Misael y Azarías, sus compañeros, para que pidiesen misericordias del Dios del cielo sobre este misterio, a fin de que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los otros sabios de BabiloniaDaniel 2:17-18
Daniel es un ejemplo de un creyente de convicción firme y de oración ferviente. En una nación extranjera y con una tremenda presión psicológica para moldearlo a los hábitos y costumbres paganos, él se mantuvo firme en su convicción a Dios para no contaminarse con la comida del rey ni con el vino que bebía. Esta es la convicción que necesitamos en un mundo que se esfuerza por moldearnos a su manera de pensar y de actuar.
En el capítulo dos, encontramos en Daniel un ejemplo de oración ferviente. Había sentencia de muerte para él y todos los sabios por no poder revelar el sueño de Nabucodonosor y su interpretación. Daniel nunca había interpretado un sueño antes, pero se pone de acuerdo con sus compañeros para orar sobre el asunto: “si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:19). Esto no es una formula para obtener lo que queremos, sino una exhortación a estimularnos unos a otros a la oración.
¡Cuán importante y poderosa es la oración! Dios la escucha y Dios la contesta conforme a su misericordia y voluntad. Necesitamos orar más, con corazón sincero y con fe genuina al Dios que puede socorrernos. “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).
¿Hay algo que te preocupa? Llévalo a Dios en oración y estimula a otros a orar por este propósito.
¡Oh! ¡qué amigo nos es Cristo!,
nuestras culpas Él llevó,
y nos manda que llevemos
todo a Dios en oración.
¿Somos tristes, agobiados,
y cargados de aflicción?
Esto es porque no llevamos
todo a Dios en oración.
Miguel Mosquera
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