Job 1:8 – Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
La historia de Job nos habla de algunos aspectos del Señor Jesucristo que quisiéramos considerar. La historia comienza con un encuentro entre Dios y sus ángeles, entre los cuales estaba Satanás. Dios mismo le va a decir a Satanás sobre la integridad de este hombre. No se trata de la opinión de otros, sus amigos o su familia, ni siquiera la de los mismos ángeles, sino Dios quien da esta descripción. Dios resalta cinco aspectos de Job que lo hacen ver un hombre íntegro: mi siervo, perfecto, recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Sin duda que todo esto se resume en la oración: no hay otro como él en la tierra.
¡Qué hermosa figura del Señor Jesucristo! Dios, desde los cielos, hizo ver su aprobación por su amado Hijo cuando dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt 3:17). Job era hombre perfecto, recto y apartado del mal. No dudamos que Job haya cometido pecados porque él mismo dijo cuando habló con Dios “he aquí que yo soy vil”, pero era un hombre que procuró agradar a Dios y no anduvo en camino de pecadores. Pero del Señor se nos dice que él era “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores” (He. 7:26). Se identificó e interactuó con los pecadores y publicanos, tanto que le llamaron “amigo de publicanos y pecadores”, pero jamás se contaminó con su pecado.
Dijo el profeta: “Jehová el Señor me abrió el oído, y yo no fui rebelde, ni me volví atrás” (Is. 50:5). No solamente que el Señor era temeroso de Dios sino que, como Siervo perfecto, se consagró a Dios para hacer la obra que el Padre le había dado que hiciese. Hasta la cruz fue en obediencia a Su Dios.
Sin duda que no hay otro como Él. No nos sorprende el lenguaje del salmo 45, cuando dice de Cristo: “eres el más hermoso de los hijos de los hombres” (Sal 45:2).
Miguel Mosquera