…al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con DiosÉxodo 34:29
Moisés tuvo el enorme privilegio de poder estar en la misma presencia de Dios y hablar con Él. Estuvo por cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua, era una completa ocupación en el Dios grande y poderoso, misericordioso y piadoso.
Al final de este tiempo Moisés descendió de la cumbre del monte Sinaí y no sabía que su rostro resplandecía. Su misma apariencia había cambiado al haber estado con Dios. Era de esperar que se hiciera evidente en Moisés de que había estado con Dios. Es imposible estar con Dios y no ser transformado a Su imagen, conformado a Su carácter y que otros puedan ver que hemos estado en comunión íntima con Él.
¿Será que es evidente en mi vida que he estado en la presencia de Dios? Tenemos un privilegio mayor que el de Moisés de poder entrar confiadamente ante el trono de la gracia en todo momento para recibir socorro, instrucción y para conocer más a nuestro Señor. Esto se verá reflejado directamente en mi vida, testimonio, carácter y decisiones.
Líderes, ancianos y diáconos: ¡cuán necesario es vivir en continua comunión con Dios! Dedicando tiempo en su presencia para leer Su Palabra y orar, de manera que pueda influenciar positivamente en otros a la comunión y servicio a Dios. Estimado creyente, que sea un deseo personal el vivir en íntima comunión con el Señor, apartado del mundo y consagrado enteramente a Él.
Cuando Pedro y Juan se presentaron ante los sacerdotes, éstos “les reconocían que habían estado con Jesús” (Hechos 4:13). ¿Qué de mí? ¿Qué de ti?
Cerca de Ti, Señor, quiero morar;
tu grande y tierno amor quiero gozar.
Llena mi pobre ser, limpia mi corazón,
hazme tu rostro ver en la aflicción.
Miguel Mosquera
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