Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos… para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuestoLucas 1:16-17
El pueblo de Israel en los tiempos de Cristo era un pueblo rebelde hacia Dios. Aunque podían tener la apariencia de piedad, sus corazones estaban lejos de Dios. Estaban muy conformes con su religión y tradición y no se daban cuenta de su mal camino. Es por eso que Juan vino predicando un mensaje de arrepentimiento.
Juan el Bautista fue un instrumento usado por Dios para dar testimonio de la Luz, de la venida del Mesías. ¿Cómo llevó a cabo su misión? No fue mezclándose con el mundo ni comportándose como ellos; al contrario, marcando una diferencia en su testimonio. Fue a través de una vida humilde y sencilla, separada para Dios. Fue predicando consistentemente la verdad de la Palabra de Dios, no con el deseo de complacer el oído del oyente, sino hablando la verdad. No moldeaba su mensaje a la filosofía del mundo de entonces, sino dirigiendo a sus oyentes a su pecado y a la necesidad de arrepentimiento y una genuina conversión a Dios.
Hay la idea en algunos de que la mejor manera de impactar al mundo con el evangelio es siendo parte del mundo. Piensan que usando métodos mundanos para atraer las multitudes y dándole un “enfoque diferente” al mensaje para no ahuyentar a las personas, que así van a tener más éxito. Esto produce resultados humanos, pero no resultados eternos.
Juan el Bautista fue fiel en su servicio, aunque a un alto precio; pero su recompensa no vino de los hombres ni del reconocimiento del mundo, sino de Dios.
La palabra del Señor predicad, predicad;
con anhelo y oración predicad, predicad.
Ante el mundo burlador
sed testigos de su amor;
el poder del Salvador predicad, predicad.
Miguel Mosquera
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