En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloriaEfesios 1:13-14
La carta a los Efesios menciona varias veces la obra del Espíritu Santo en la Iglesia: sellando (1:13); haciendo crecer (1:21-22); fortaleciendo (3:16); uniendo (4:3); produciendo fruto (5:9); llenando (5:19); guardando (6:17); supliendo (6:18).
El Espíritu Santo no es una segunda bendición, como algunos predican, y hay varios pasajes que nos muestran esto, entre ellos, el versículo ya citado arriba. Este versículo dice: “habiendo creído en él, fuisteis sellados”, es decir, al momento de la salvación el creyente es sellado con el Espíritu Santo. También encontramos en Juan 7:38-39, “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él”. Es claro, entonces, que al momento de la salvación la persona recibe el Espíritu Santo; y esto concuerda con las palabras de Pablo en Romanos 8:9 donde dice, “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”. Es un sello de propiedad de que somos de Cristo por la eternidad.
El diccionario de palabras del Nuevo Testamento nos enseña que la palabra ‘arras’ significa: “parte del dinero de compra o propiedad que se daba por adelantado como garantía”. Dios nos ha comprado a un precio inigualable, la sangre preciosa de Cristo. Nos ha dado la promesa de estar para siempre con Cristo en la gloria y el Espíritu Santo morando en el creyente es la garantía de todo lo que está por delante.
Es un compromiso inquebrantable, es una promesa divina.
¡Cuán grande el amor que Dios,
a mí me reveló!
El Santo Espíritu de Dios,
un día me selló.
Seguro estoy en su poder
pues Suyo soy y mío es Él.
Miguel Mosquera
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