La apariencia puede funcionar para dar una buena imagen delante de los hombres, pero nunca delante de Dios. La iglesia en Sardis quería mostrar como si todo estuviera bien, aunque el Señor muestra la realidad de esta iglesia por medio de su mensaje. Esta confianza propia impide que la iglesia se pueda crecer, mostrar vida y dar gloria a Dios.
Por lo general, el Señor en su mensaje comienza alabando algunas cosas positivas en la iglesia. La iglesia de Sardis y la iglesia de Laodicea son la excepción, ya que no hay nada positivo que decir de ellas.
La Ciudad de Sardis
Descendiendo un poco más de 50 km al sur de Tiatira nos encontramos con la ciudad de Sardis. Estaba ubicada a una altura de 500m y contaba con precipicio a tres de sus lados. Militarmente la ciudad de Sardis era impenetrable, su único acceso le permitía defenderse de manera eficaz. Había un dicho antiguo que era: “conquistar la acrópolis de Sardis”, para referirse a algo imposible. Era la capital del reino de Lidia y una de las ciudades más antiguas de Asia, siendo establecida en el siglo 15 a.C. Era una ciudad de grandes riquezas. Esto se muestra por las tumbas de los reyes antiguos, siendo una de ellas el Túmulo de Aliates, con su base de 330m y su altura de 63m, construida para el rey Aliates en el año 560 a.C. Sin embargo, fue el hijo de Aliates, el rey Creso, quien se consideraba a sí mismo como el rey más rico de la época. Muchos crisoles para la refinación de oro han sido encontrados en las ruinas de Sardis.
La ubicación estratégica e impenetrable de Sardis les daba a sus ciudadanos una falsa confianza. Pensaron que nunca los conquistarían, hasta que el rey Ciro el Grande, llevó su ejército escalando uno a uno una escarpadura casi vertical de la ciudad de Sardis, para luego tomar la ciudad. La lección parece no haber sido aprendida por los habitantes de Sardis, por lo que fue conquistada nuevamente por Alejandro (334 a.C.) y por los seléucidas (214 a.C.) usando la misma estrategia.
Como todas las ciudades de Asia en el mundo antiguo, Sardis también era una ciudad idolátrica. Su principal diosa era Artemis, diosa del amor y la fertilidad. El culto a Artemis era de lo más denigrante para el ser humano, con sus sacerdotes y sacerdotisas prostituyéndose en actos vergonzosamente inmorales.
La ciudad de Sardis tenía mucha historia y tradición. Para el tiempo de Juan escribir el Apocalipsis, todo esto este orgullo era cosa del pasado.
Las Características de Cristo
Cristo se presenta como el que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas.
Los siete espíritus de Dios son una referencia a la plenitud del Espíritu Santo. En Isaías 11:2 leemos del “Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová” (note la séptuple descripción del Espíritu: 1. De Jehová, 2. De Sabiduría, 3. Inteligencia, 4. Consejo, 5. Poder, 6. Conocimiento, y 7. Temor de Jehová). La armonía entre el Señor Jesucristo y el Espíritu Santo es evidente en su nacimiento (Lucas 1:35), bautismo (Mateo 3:16), tentación (Lucas 4:1), milagros (Mateo 12:28), muerte (Hebreos 9:14) y resurrección (Romanos 1:4). Además, el Señor hizo saber a sus discípulos que cuando Él se regresara al Padre enviaría al Espíritu Santo, el Consolador, quien enseñaría todo concerniente al Hijo (Juan 14:26; 16:13-15)
Ahora, el Señor está actuando en armonía con el Espíritu Santo al evaluar y juzgar las iglesias. Esto es importante porque el Espíritu Santo tiene una parte activa muy importante con relación a la iglesia local: mora en y entre los creyentes (1 Corintios 3:16); da dones a la iglesia (1 Corintios 12:8); escoge los ancianos (Hechos 20:28) y llena a los creyentes (Efesios 5:18). ¡Cuán necesaria era la actividad del Espíritu Santo entre los creyentes en Sardis! Bien dijo el apóstol Pablo en Romanos 8:6 que “el ocuparse del Espíritu es vida y paz”. Esto era lo que hacía falta en la iglesia de Sardis: la iglesia moribunda.
En el capítulo 1 hemos visto que las siete estrellas son los siete ángeles de las iglesias. Estos siete espíritus y las siete estrellas podemos verlos como los recursos que el Cristo glorificado tiene a la disposición para suplir las necesidades de la iglesia. Lamentablemente, la iglesia moribunda no estaba haciendo uso de los recursos dados por Cristo.
La Condición de la iglesia
El mensaje va directo al grano, exponiendo la triste condición de la iglesia en Sardis: tienes nombre de que vives, es la reputación que tenía la iglesia; y estás muerto, es la realidad de la iglesia. Externamente todo parece marchar bien; la mirada humana no tenía nada que reprochar. A los ojos de Cristo las cosas están mal, no hay vida. De hecho, no hay palabras de elogios para Sardis: no hay trabajo y paciencia, como en Éfeso; no hay fidelidad, como en Esmirna; no retienen el nombre de Cristo, como en Pérgamo; no hay amor, fe y servicio, como en Tiatira. Simplemente Sardis es un árbol seco y sin fruto; es un desierto árido, sin vegetación; como un carro sin gasolina, que se está moviendo, pero tarde o temprano se va a detener por falta de combustible. Es como la cesta de frutas artificiales sobre la mesa que se ven muy bonitas, pero no son reales; así estaba Sardis. ¡Cuántos cristianos e iglesias podrían identificarse con la condición de Sardis! El fervor, devoción y servicio al Señor era cosa del pasado.
Sus obras no eran perfectas delante de Dios quiere decir que sus obras no eran completas. Obediencia parcial, como Saúl; motivos inadecuados, como Jonás; voluntades divididas, como las del pueblo de Israel en tiempos de Elías (1 Reyes 18:21).
Permítame adelantarme unos versículos para hacer referencia al v.4 porque tiene que ver con la condición de algunos creyentes en Sardis. Si bien la condición general de la iglesia era lamentable, había algunas personas que no habían manchado sus vestiduras. Las vestiduras es símbolo de testimonio en la Biblia, por lo que estos creyentes no habían manchado su testimonio, sino que habían permanecido fieles al Señor. La promesa del Señor es que andarán conmigo en vestiduras blancas (ver también Apocalipsis 19:8).
La Corrección del Señor
Ante un cuadro tan desolador es necesaria, ¡y hasta urgente!, la intervención y corrección del Señor. Es alentador saber que había esperanza a pesar de la condición de la iglesia. Había que tomar acción inmediatamente: sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir. Ser vigilantes nos refiere a estar alerta, en guardia. Nada más peligroso que un estado de letargo espiritual, sin estar conscientes de lo que está ocurriendo. Mucho quiere el enemigo al creyente en ese estado. El Señor instruyó a sus discípulos a velar, cuando estaban en el huerto de Getsemaní, pero los discípulos se durmieron (Marcos 14:34,37). En varias ocasiones somos llamados a ser vigilantes (Mateo 24:42; Lucas 12:37; Hechos 20:31; Colosenses 4:2; 1 Pedro 5:8). Al utilizar el verbo “afirmar”, nos da a entender que estas cosas que están para morir son cosas positivas que no debían dejar que dejaran de ser. Había que reavivar ese débil fuego a punto de apagarse. El diccionario Strong nos enseña que afirmar es: fijar firmemente, volverse resueltamente en cierta dirección, confirmar.
Acuérdate… arrepiéntete, es lo siguiente que el Señor dice. En el pasado la iglesia de Sardis había recibido instrucción provechosa y edificante, así que no había sido por falta de recursos que la iglesia se encontraba en esa condición. Era doctrina que había sido olvidada, quizás pensando que no era relevante para su tiempo y, por lo tanto, no había que prestarle mucha atención; como es el caso de muchas iglesias en nuestros días. La verdad, es que allí se encontraba la vida que ellos tanto necesitaban.
Es como cuando las personas hacen sus ventas de garaje y ponen a la venta muchas cosas que luego se lamentan de haberlas vendido porque eran cosas útiles y valiosas. Cristo le dice a Sardis que guarde aquellas cosas que ha recibido, que no las desechen, porque estas son las cosas más útiles y valiosas que ellos necesitan. Evidentemente, que esto está asociado a la enseñanza de la doctrina de los apóstoles. Hay ocasiones cuando líderes de iglesias piensan que pueden pensar las cosas mejor que Dios y tratan de introducir ideas novedosas que son contraria con los principios divinos.
Retener la doctrina es el llamado a la iglesia de los tesalonicenses (2 Tesalonicenses 2:15), y es también el llamado para Sardis y para nosotros. Luego, el Señor dice: arrepiéntete; es decir, “actúa en conformidad con esa doctrina que estás guardando”.
La advertencia final del Señor es severa, en caso de que la iglesia no quiera responder al llamado del Señor: Pues si no velas, vendrá sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. No habrá más advertencias; el juicio será inminente si ellos no se arrepienten. En relación con este versículo James Allen dice:
“La falta de la iglesia de ‘despertar’ significaría que Cristo vendría “como ladrón”. La venida inesperada y sin previo aviso de un ladrón toma por sorpresa al dueño de la casa que está dormido: así vendrá Cristo a esta iglesia dormida. Es importante que la figura del ladrón usada en conexión con la venida de Cristo siempre tiene a incrédulos en mente, como claramente lo demuestra un estudio de los pasajes donde Cristo mismo usa la figura (Mateo 24:34; Lucas 12:39). Las advertencias apostólicas en 1 Tesalonicenses 5:2 y 2 Pedro 3:10, así como la única otra referencia en Apocalipsis 16:15, hacen este punto abundantemente claro. Para los verdaderos creyentes el Señor nunca vendrá como ladrón. A esta iglesia que Él ya ha pronunciado “muerta” (v.1), compuesta mayormente por profesantes vacíos, la venida de Cristo en el rapto les tomaría completamente por sorpresa. Su falla de responder a su consejo lo que muestra es una ausencia de vida espiritual. La palabra “ladrón” (kleptēs) es la palabra usada para describir el merodeador nocturno que actúa en silencio y sigilo”.
La Compensación del creyente
La recompensa del creyente es descrita al final del mensaje a la iglesia. Como he dicho en los mensajes a otras iglesias la referencia al que venciere es una referencia al todo creyente. No hay dos clases de cristianos: el cristiano que vence y el cristiano que no vence. Todo cristiano es vencedor (Romanos 8:37; 1 Juan 5:4-5).
Hay tres aspectos en la promesa dada por el Señor al final del mensaje a Sardis:
Vestido de vestiduras blancas
Pureza y santidad que nos hace aptos para estar presentes en las Bodas del Cordero y para ministrar en nuestro futuro servicio a Dios.
No borraré su nombre del libro de la vida
Seguridad eterna. Esto es una promesa, no una amenaza. No debemos pensar que hay algunos creyentes que por su mal comportamiento serán borrados sus nombres del libro de la vida, pero otros creyentes que por su buen comportamiento sus nombres no serán borrados. Esto haría que la salvación dependiera de nuestras obras. La salvación no se obtiene por las obras, y no se retiene por las obras. La salvación del ser humano es únicamente por la gracia de Dios, que recibe el pecador por la fe, como un regalo inmerecido. La salvación descansa completamente en la obra perfecta y completa de Cristo en la cruz por nosotros y en su resurrección de entre los muertos, así que el creyente no tiene que temer que alguna acción pueda hacer que su nombre sea quitado del libro de la vida.
Esta promesa es enfática. Cristo está diciendo: NO borraré su nombre del libro de la vida.
Confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles:
En un mundo tan idólatra como el que existía en Sardis, y toda la región de Asia menor donde se encontraban estas siete iglesias a las que Juan escribe, sería difícil poder identificarse con el nombre de Cristo y confesarlo públicamente. Hacerlo tendría un costo, que muchos habían tenido que pagar. El Señor promete que identificarse con Él ya no tendrá consecuencias en los cielos, porque Él confesará nuestros nombres delante del Padre y delante de sus ángeles.
Incluso alguno que esté leyendo habrá tenido experiencias en las cuales el nombre de Cristo le ha traído reproche aquí en el mundo, quizás entre amigos, familia o en la sociedad. En la gloria será nuestra dicha que el Señor se identifique con nosotros. Usando el lenguaje de Hebreos 2:11 – “por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos”, y también Hebreos 11:16 – “por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad”.
Miguel Mosquera
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