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Aguas que salen del santuario

Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicinaEzequiel 47:12

La escena que describe Ezequiel en relación a estos árboles junto al río es muy similar a la que describe el Salmo 1 con aquel varón bienaventurado. Está plantado junto a corrientes de aguas, da su fruto a su tiempo, su hoja no cae y todo lo que hace prosperará. Cuando leemos en Ezequiel esta escena similar nos da un detalle adicional, y es que las “aguas salen del santuario”, del lugar de la presencia de Dios.

El secreto de estas aguas es el lugar de donde provienen. Son aguas frescas, abundantes y suficientes, que se hacen un río y nutren todos estos árboles. Hay crecimiento en estos árboles y fruto abundante. Reciben lo que necesitan y su fruto madura a su tiempo. Todo viene del santuario, el lugar de la presencia de Dios.

Nosotros somos como árboles. Si ponemos nuestra mirada y esperanza en este mundo, seremos como un árbol frutal en el desierto que pronto se debilita y se seca. Nuestras raíces deben alimentarse de las aguas que salen del santuario de Dios. En secreto buscar la presencia de Dios cada día y nutrirnos de su Palabra. En su presencia hay crecimiento y fortalecimiento para nuestra alma, para poder dar fruto en su tiempo y glorificar el nombre de nuestro Dios.

En su presencia y en su Palabra tenemos aguas frescas, abundantes y suficientes para nuestro crecimiento. Cristo dijo: “el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).

Antes en la Ley divina 
cifra su mayor placer, 
meditando día y noche 
en su divinal saber. 
Éste, como el árbol verde, 
bien regado y en sazón, 
frutos abundantes rinde 
y hojas que perennes son.

Miguel Mosquera

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