Y dio al rey ciento veinte talentos de oro, y gran cantidad de especias aromáticas, y piedras preciosas; nunca hubo tales especias aromáticas como las que dio la reina de Sabá al rey Salomón… Y el rey Salomón dio a la reina de Sabá todo lo que ella quiso y le pidió, más de lo que ella había traído al rey. Después ella se volvió y se fue a su tierra con sus siervos 1 Crónicas 9:9,12
La reina de Sabá vino al rey Salomón porque había escuchado en su tierra sobre la sabiduría y la gloria del rey. Ella quedó asombrada, por lo que dijo «ni aun la mitad de la grandeza de tu sabiduría me había sido dicha» (2 Crónicas 9:6). Cuando regresó a su tierra ella se llevó más de lo que había traído.
El rey Salomón es figura del Señor Jesucristo en toda su gloria y majestad. Mucho fue lo que escuchamos acerca del Señor, de su gloria y majestad, de su amor y poder para salvar al pecador, mas cuando fuimos salvos pudimos confirmar la verdad de todo lo que habíamos escuchado y reconocer que ni aun la mitad nos ha sido contada. Su gloria, riquezas, majestad y honra van más allá de lo que podemos comprender. Él nos ha dado tanto, más de lo que nosotros podemos darle a Él, y nos sigue dando conforme a la multitud de sus riquezas en gloria. «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos» (2 Corintios 8:9).
Nuestro relato también nos dice que la reina trajo «gran cantidad de especias aromáticas y piedras preciosas; nunca hubo tales especias aromáticas como las que dio la reina de Sabá al rey Salomón». Esto era de mucho valor para Salomón, y solamente la reina de Sabá podría traerlo. Asimismo, no hay nada con que podamos impresionar a nuestro Señor, quien es dueño de todo. Pero si hay algo que más nadie sino usted, puede traer al Señor y que Él lo aprecia y, para Él, es de mucho valor. Sólo usted puede dar su tiempo, sus fuerzas, su devoción, sus afectos y su corazón. Usted se lo da al mundo y el mundo no lo va a valorar. Nuestro Señor si sabe valorar esto que solamente usted puede dar. Por eso nos dice: «Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos» (Proverbios 23:26). Él merece lo mejor.
Miguel Mosquera
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