Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a SiquemGénesis 35:4
Dios le dijo a Jabob que subiera a Bet-el y morara allí. Bet-el significa “casa de Dios”. Ese también debe ser nuestro deseo, el de morar y permanecer donde Dios mora. Pero Jacob estaba consciente de los ídolos que había entre ellos. Estos ídolos eran de Labán (Génesis 31:35) y éste los buscó entre las pertenencias de Jacob, pero no los encontró porque Raquel los había escondido. No importa cuán oculto estuviesen, Jacob sabía que estaban allí, Raquel sabía que estaban allí, y Dios sabía que estaban allí. No podían subir a la morada de Dios con ídolos ocultos. Esto es lo que significa la santificación: “separación”; separados del pecado para Dios.
¡Cuántas cosas hay en nuestra vida que quitan a Dios el primer lugar! Ídolos que tienen nuestra atención y que a veces los ocultamos para que otros no los vean. No importa cuán secretos sean estas cosas, actividades o personas que desplazan a Dios de la preeminencia y roban nuestra consagración que debe ser para Él. Jacob enterró los ídolos bajo el árbol, así todos esos ‘ídolos’ nuestros y toda esa vanagloria deben ser dejados al pie de la cruz para vivir enteramente consagrados a Él.
“Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (Hebreos 12:1).
Consagrarme todo entero,
alma, vida y corazón,
es el íntimo deseo
que hoy me anima, buen Señor.
Heme aquí, Señor,
a tus plantas hoy,
pues a Ti consagrar quiero
todo lo que soy.
Miguel Mosquera
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