«Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David» (1 Reyes 11:4)
Sin embargo, al final de su vida su corazón ya no era perfecto para con Dios. Dice al comienzo del capítulo que Salomón amó a muchas mujeres y que estas mujeres le hicieron desviar su corazón de Dios. Su gobierno siguió siendo muy próspero y por lo que leemos en el capítulo 12, al comienzo del reinado de Roboam, todavía había muchas construcciones. Por fuera todo se veía bien, sin embargo el corazón del rey ya no era perfecto para con Dios.
Salomón nos enseña, una vez más, lo que las Escrituras nos dicen repetidas veces: no es posible amar a Dios y amar al mundo al mismo tiempo. Mientras el amor de Salomón por las mujeres aumentaba, su amor a Dios disminuía. Llegó al punto cuando su corazón se había apartado de Dios, aunque las actividades en el reino continuaban. Por fuera todo parecía estar bien, como en los buenos tiempos, pero por dentro no tenía lo esencial: amor al Señor.
En mi vida también puede estar todo marchando muy bien a la vista de otros, pero sólo el Señor conoce mi corazón. Si el Señor se presentara delante de mí hoy y me dijera: Miguel ¿me amas? Que pueda yo, igual que usted, responder como Pedro: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo».
Miguel Mosquera