Con los ojos puestos en el cielo

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Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancasHechos 1:10

El libro de los Hechos es conocido muchas veces como el libro de los “Hechos de los Apóstoles” o también los “Hechos del Espíritu Santo”, los cuales son nombres muy acertados. Lucas, el autor, comienza haciendo referencia a su evangelio, donde él habló “acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar” (Hechos 1:1). Si bien el evangelio de Lucas narra el comienzo de estas cosas, que hizo Jesús mientras estaba en la tierra, el libro de los Hechos nos va a narrar la continuación de estas cosas, que hace Jesús desde la gloria.

El Señor estaba por subir al cielo y comisiona a sus discípulos una responsabilidad bastante grande. Él quería que le fueran testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo ultimo de la tierra.
Era el Señor mismo, el Hijo de Dios, que tenía la autoridad de encomendarles esa tarea. Él dijo “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:18-19). Era sin duda una gran responsabilidad. Ellos habían sido criados en la región de Galilea, y durante el ministerio del Señor, habían estado trabajando mayormente en la región de Judea. Ahora tenían que llevar el evangelio hasta lo último de la tierra, a todas las naciones. Sin embargo, Aquel que les estaba dando esta gran responsabilidad que tenía la autoridad de hacerlo les daría también la capacidad de llevarla a cabo, así que no tenían por qué sentir que iba a ser algo imposible de hacer.

En el desarrollo del libro vemos con admiración cómo los creyentes llevaron el evangelio a los judíos y a los gentiles, llegando hasta Roma y compartiendo el evangelio con todos. Iglesias fueron establecidas y la Palabra corría y era glorificada.

¿Cómo fue posible hacerlo? El comienzo del libro nos da una clave: comenzaron con los ojos puestos en el cielo, en el Cristo glorificado. Es la clave también para nosotros ante la responsabilidad que el Señor nos ha dejado, tener siempre los ojos puestos en el cielo, en Cristo en la gloria.

Miguel Mosquera

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