Y cuando David llegó a Siclag, envió del botín a los ancianos de Judá, sus amigos, diciendo: He aquí un presente para vosotros del botín de los enemigos de Jehová1ª Samuel 30:26
Pero, si algo tenía en claro David, es quién era su enemigo. Los enemigos de David eran los enemigos de Dios, no era el pueblo de Dios. En varias ocasiones, en la vida de David, fue rechazado o traicionado por personas del propio pueblo de Israel (1ª Samuel 22:9; 23:12, 19). Dos veces perdonó la vida de Saúl, aunque sus soldados le decían a David que Saúl era “su enemigo”. David nunca consideró a Saúl su enemigo, ni quiso pelear contra él. Saúl, por el contrario, se ocupó en David y descuidó sus verdaderos enemigos, los filisteos, por lo que vemos que al final de su vida murió a manos de ellos. Cuando los del pueblo de Dios se pelean entre sí, el enemigo gana ventaja.
¿Con quién es la lucha del creyente? Qué triste ver que creyentes se ocupen en pelear unos con otros y descuidar al verdadero enemigo: el diablo, la carne y el mundo. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
Miguel Mosquera
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