¿Por qué te abates, oh alma mía…?Salmo 43:5
Los creyentes no son inmunes a la depresión. Incluso David se preguntaba sobre la fuente de su propia depresión. Nosotros también hacemos lo mismo hoy día. Privadamente, por supuesto, ya que el estigma sobre la depresión nos hace que tengamos que hacerle frente nosotros solos. Aislados, llevamos nuestra carga, no sabiendo cómo obtener ayuda.
Usando las estadísticas actuales, podemos asumir que, en cualquier momento durante el año, cerca de una de cada diez hermanas en tu asamblea luchan contra la depresión y alrededor de uno de cada veinte hermanos. A medida que aumenta la manera de las personas desconectarse del mundo real, el deterioro progresivo de los valores familiares y el arraigo del pecado en nuestro mundo, no podemos esperar que esta estadística mejore.
Es importante notar que hay una variedad de tipos de depresión, que incluyen:
- Depresión mayor (intensa, que puede durar varios meses)
- Depresión crónica (distimia), (persistente, pero menos intensa)
- Depresión post-parto
- Trastorno depresivo estacional (TAE), y otras más
Los creyentes que experimentan depresión frecuentemente se agobian a sí mismos con mucha culpa, sintiendo que deben estar más gozosos y sintiéndose mal por el vacío que sienten en su tiempo devocional. Muchas veces esto es alimentado por la enseñanza idealista (pero irrealista) y bien intencionada (pero no bíblica) de que los creyentes deben experimentar un gozo ininterrumpido en este mundo quebrantado. Sin embargo, incluso Pablo reconoció que hubo momentos en que «fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida» (2 Corintios 1:8). Esta expresión «perdimos la esperanza» indica una pérdida de la compostura mental y emocional. Nos da consuelo que incluso el gran apóstol fue llevado a esos extremos debido a las circunstancias de la vida.
Las raíces están mezcladas entre las esferas de lo biológico, psicológico, social y espiritualNecesitamos decir que la depresión no es algo solamente para los caprichosos. Puede impactar a creyentes fuertes, así como creyentes débiles; nuevos creyentes, así como aquellos que han estado en los caminos del Señor por décadas. Afecta a los casados y a los solteros; a las viudas, así como a las madres jóvenes. A personas muy devotas, de corazones piadosos, y con gran potencial al igual que aquellos de nosotros que batallamos con frecuencia y somos inconsistentes en nuestro andar. La depresión toca a una gran variedad de cristianos en maneras distintas y en cualquier tipo de circunstancias.
Esto hace que la pregunta que hace David en el Salmo 43:5 resulte particularmente importante. El «por qué» de la depresión es también el sendero de la recuperación. Mi creencia y experiencia me dice que la estrategia más efectiva para la recuperación de la depresión es descubrir su fuente.
Mencionemos primero una nota de advertencia. Los cristianos tienen el mal hábito de espiritualizar la depresión. Pastores y amigos bien intencionados ofrecen con frecuencia cualquier cosa para este asunto complejo, no siendo capaces de reconocer que las raíces están mezcladas entre las esferas de lo biológico, psicológico, social y espiritual. No somos solamente seres espirituales, Dios nos ha creado con cuerpo, alma y espíritu. Como Proverbios 14:30 señala, «El corazón apacible es vida de la carne» (note la conexión entre lo emocional y el cuerpo) y «el espíritu triste seca los huesos» (Proverbios 17:22, espíritu a cuerpo).
Consecuentemente, un acercamiento holístico para la recuperación debe involucrar algo más que sólo lo espiritual. Ancianos y pastores ayudarán a los miembros del rebaño de la misma manera ofreciendo consejos espirituales, así como recomendando recursos profesionales tales como médicos familiares, psiquiatras y consejeros. Veamos algunas de las áreas más comunes de la angustia y los recursos que están conectados con ellos.
La salud física es un buen lugar para comenzar. Es importante notar que la respuesta de Dios a la depresión de Elías después de su escape de Jezabel, fue ministrando sus necesidades físicas (1 Reyes 19:5-6), proveyendo agua y comida. El ángel le pudo preguntar a Elías si todavía estaba leyendo y orando todos los días. Sin embargo, el primer paso fue solventar compasivamente las necesidades físicas de Elías. Nosotros también deberíamos considerar este método cuando enfrentamos la depresión. Por ejemplo, hay una conexión fuerte entre la diabetes y la depresión. Tratar la primera muchas veces produce un buen resultado con respecto a la otra. Hay una cantidad de maneras en que nuestra condición biológica nos predispone a una depresión. Una visita a su médico de confianza es un buen primer paso a tomar.
Con frecuencia los creyentes se preocupan en cuanto a tomar medicamentos que han sido recetados por un doctor para ayudar a la depresión. Yo también tiendo a huir de ellos, pero mi experiencia ha sido que ayudan a poder sacar la cabeza fuera del agua para así poder ocuparte en otras cosas que necesitas para recuperarte de la depresión. Antidepresivos tienen su lugar y no es contra las Escrituras usarlos.
Estos medicamentos no alteran tu personalidad, pero tienen la intención de levantarte el ánimo. Las personas deprimidas pueden caer víctimas de interpretaciones distorsionadas de los eventos que les rodean. Estas interpretaciones crean una visión negativa de ellos mismos, de otros y de su futuro. Esto ciertamente se puede ver en la evaluación de Elías de su situación. Él sentía que era el único que había quedado entre los profetas de Dios (v. 14). En su directa, pero bondadosa respuesta, el Señor cuestiona su forma de pensar. De la misma manera, los medicamentos que son tomados bajo el control y consejo de los profesionales médicos pueden crear un espacio de alivio para que nuestras interpretaciones sean cuestionadas y cambiadas.
En la esfera emocional, hay igualmente una vasta variedad de posibilidades. Muchas veces me interesa esas creencias que están inculcadas con los primeros años de nuestra formación, durante la niñez. Esto impacta la manera en que interpretamos el mundo que nos rodea cuando somos adultos. Las creencias sobre el amor, la confiabilidad hacia otras personas, la seguridad relativa del mundo en que vivimos y la naturaleza de Dios; todos estos pueden ser influenciados por el pecado en las vidas de nuestros padres y hermanos. Donde creencias inadecuadas son enseñadas, frecuentemente le sigue la depresión. Aun cuando muchas veces somos tentados a decirles a otros (y a nosotros mismos) lo que pensamos y cómo nos sentimos, estas creencias son descubiertas por simples preguntas tales como la que hizo el Señor: «¿Qué haces aquí, Elías?» (v.13). Es bueno notar que el Señor no llegó mandando a Elías diciéndole «toma estos dos versículos y me hablas en la mañana». Más bien, bondadosamente le hizo que considerara sus propias creencias erróneas y luego las cuestionó.
En cualquiera de estos casos donde está involucrado la esfera emocional, es necesario el pastoreo sabio y muchas horas de consejo y ser escuchadosOtra posible fuente es que todos nosotros llevamos bien incrustados, pero raramente lo reconocemos, una serie de creencias sobre nosotros mismos. Podemos pensar secretamente que nadie nos quiere o que, si otros nos conocieran realmente, nos rechazarían. Tales pensamientos pueden llevar a un profundo sentimiento de tristeza, que se manifiesta con una depresión. Estos son caminos en nuestro cerebro que formamos nosotros mismos, pero que necesitan ser moldeados a la verdad de lo que Dios dice que somos en Cristo. De esta manera, podemos aprender a aplicar el evangelio a nuestra manera de pensar, al confiar en el Señor con todo nuestro corazón y evitar apoyarnos en nuestra propia prudencia (Proverbios 3:5).
Una emoción fuerte sin resolver puede ser otra posible causa. Quizás experimentamos una pérdida significativa: la muerte de un cónyuge, el fracaso de un negocio, o la frustración por los sueños incumplidos por los cuales la vida hubiese tenido un giro exitoso. Si no se ha tomado el tiempo de lamentarlo y de procesar estas pérdidas, pueden llegar a ser una carga muy grande que es llevada en el corazón. Como dice Proverbios 12:25, «La congoja en el corazón del hombre lo abate».
En cualquiera de estos casos donde está involucrado la esfera emocional, es necesario el pastoreo sabio y muchas horas de consejo y ser escuchados. Muy pocos pueden resolver estas cargas solos y aquellos que han sido llamados para ayudar deben hacerlo en espíritu de mansedumbre (Gálatas 6:1). Cuando no se ve el progreso es prudente referir a algún consejero confiable y creíble.
Otra área que preocupa bastante en relación con el ámbito espiritual es el legalismo. El Señor se refiere a estas reglas que creamos como «cargas pesadas y difíciles de llevar» (Mateo 23:4). El legalismo es como ejercitarse en el gimnasio sin parar, comparándose con otros y siendo desaprobados y juzgados constantemente. Esta perspectiva anti bíblica llevará, sin duda, a una vida carente de gozo.
Finalmente, no perdonar puede ser otra fuente común de continua aflicción que conduce a la amargura y la depresión. Creo que la depresión es una forma de aplicar los «verdugos» en la parábola de los dos deudores en Mateo 18:21-35 (ver v. 34 en particular), aunque también otras enfermedades mentales y físicas pueden seguir la falta de perdón y amargura que estén profundamente arraigadas.
Este mundo gime ante la pesada carga del pecado, y también gimen nuestros corazones. Al buscar la recuperación, nuestras más profundas necesidades solamente pueden ser suplidas por Cristo, sin embargo, ya que la raíz de la depresión es multifacética, también es de mucha ayuda una respuesta que abarque todos estos factores. Medicamentos recetados sabiamente pueden crear un alivio para que la mente y el cuerpo funcionen efectivamente. Orientación espiritual puede abrir nuestros corazones a la verdad sobre nosotros mismos y nuestro mundo, a través de los ojos de Dios. También sabios pastores y ancianos pueden dirigirnos nuevamente al Príncipe de los Pastores quien es nuestra esperanza venidera.
Caleb Simonyi-Gindele
Traducido de Truth & Tidings
Usado con permiso
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