Al procurar entender la voluntad del Señor para la vida de un creyente trataremos de examinar este aspecto importante en la vida cristiana bajo estos dos títulos: «Mi Agenda» y «Mi Acción»
Mi Agenda
Algunas veces, un creyente busca entender la voluntad de Dios y cómo se relaciona con eventos pasados; circunstancias inesperadas, tristes o, incluso, devastadoras. La pregunta surge: ¿Por qué? Para esto, veremos las dolorosas, pero muy valiosas, experiencias de Job. En otras ocasiones buscamos entender la dirección para el futuro de nuestras vidas. Para una mejor comprensión del «¿Dónde?», en cuanto a la dirección del Señor, examinaremos la jornada de la vida de Abraham. Finalmente, para aquellos de nosotros que preguntamos, «¿Qué?» En cuanto a la voluntad del Señor para mi presente, consideraremos la misión y movimientos de Pablo.
Después de los eventos iniciales del capítulo 1 (cuyo objetivo eran sus posesiones) y el capítulo 2 (cuyo objetivo era su persona), Job abre su boca en el capítulo 3. Seis veces, en sucesión rápida, él pregunta «¿Por qué?» A lo largo del curso del libro entero, él va a repetirlo más de 20 veces. En medio de la demostración de necedad de los amigos de Job, Jehová mismo mantiene un completo silencio hasta el capítulo 38. En medio de un torbellino le pregunta a Job más de 70 preguntas, cada una de ellas diseñada para llevarle a la conclusión, «Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti… yo hablaba lo que no entendía… que yo no comprendía» (Job 42:2-3). No leemos que Job haya recibido una explicación divina de forma detallada acerca de todo lo que había ocurrido. Más importante, aprendemos que los propósitos de un Dios Soberano y Omnipotente serán cumplidos inevitablemente, aun a través de las oscuras pruebas de nuestro pasado.
La voluntad de Dios no es lo más fácil, pero ¡siempre es lo mejor!Abraham se muestra como un ejemplo de lo que es seguir la voluntad de Dios, a pesar de lo que el futuro traiga. En respuesta al llamado de Dios, “salió sin saber a dónde iba” (Hebreos 11:8). La fe lo capacitó y, de forma similar nos puede capacitar hoy, para tomar el siguiente paso a la luz de la revelación divina, confiando en Dios en la oscuridad del futuro desconocido. Este peregrino “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10). Cuando Dios le pidió que ofreciera a Isaac, amenazando las posibilidades del futuro de Abraham, “el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito… pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos” (Hebreos 11:17,19). Las promesas de Dios en el pasado y su poder en el presente para resucitar muertos equiparon a Abraham, no para entender el “dónde” y el “cómo” del futuro, sino para confiar en el “Quién”.
Pablo, el día de su conversión, preguntó: “¿Quién eres, Señor?”. La sorpresiva respuesta “Yo soy Jesús” le hizo rendirse completamente, tal y como se ve en su segunda pregunta: “¿Qué quieres que yo haga?”. Este rendimiento fue puesto a prueba inmediatamente mediante varias instrucciones, “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hechos 9:6; 22:16). Él no fue “rebelde a la visión celestial” (Hechos 26:19), aun cuando fue advertido que esto implicaría sufrimientos por el nombre de Cristo en el futuro (los cuales no le fueron especificados en ese momento). Años más tarde, esta misma actitud permaneció, cuando él declara “Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer” (Hechos 20:22). Así como fue con Pablo, es también con nosotros. Se nos dan instrucciones para nuestra obediencia inmediata confiando que más adelante vendrán nuevas indicaciones.
El peligro de enfatizar el ‘saber’ versus el ‘hacer’ la voluntad de Dios es que nos lleva a la tendencia de dejar la obediencia simplemente como algo opcionalAlgunos han contrastado la vida cristiana con una subasta. En una subasta, es importante que uno establezca con anticipación cuál es el límite tope del precio. Tristemente, muchos hacen lo mismo con la voluntad de Dios. El Señor se opone a este tipo de límites cuando dice, “todo el que quiera salvar su vida, la perderá” (Lucas 9:24). Así que, si como Job, sin saber el ‘por qué’, Abraham, sin saber el ‘dónde’, o Pablo, sin saber el ‘qué’, cuando se trata de rendirnos a la voluntad de Dios, la compensación está garantizada, pero el precio es desconocido. Su voluntad no es lo más fácil, pero ¡siempre es lo mejor!
Mi Acción
Quizás una de las preguntas más comunes que creyentes jóvenes se hacen es, “¿cómo puedo yo saber la voluntad de Dios para mi vida?”. El deseo de saber la voluntad de Dios ciertamente no es un mal deseo, pero la Biblia enfatiza algo más importante. Los discípulos no fueron enseñados a decir “conózcase tu voluntad”, sino “hágase tu voluntad”. El Señor, anticipando el peso incalculable de las demandas de la voluntad divina, dijo “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. No nos sorprende que Él haya sentido un vínculo especial con aquellos que compartían la misma convicción (Marcos 3:35). Siete veces en las Escrituras encontramos la frase “tu voluntad” y cada vez que se menciona el verbo operativo es “hacer”.
El peligro de enfatizar el ‘saber’ versus el ‘hacer’ la voluntad de Dios es que nos lleva a la tendencia de dejar la obediencia simplemente como algo opcional. ¿Estás comprometido a hacer la voluntad de Dios, incluso antes de saber lo que esto implica? La gente en los días de Jeremías dijo, “haznos saber todas las cosas que Jehová nuestro Dios dijere, y lo haremos”. El profeta continúa con la reprensión de Dios, “os lo he declarado hoy, y no habéis obedecido” (Jeremías 42:20-21). El Señor mismo habló del castigo que llevaría “aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad” (Lucas 12:47). Pablo exhorta a los creyentes en Éfeso no a conocer la voluntad de Dios en su mente, sino más bien «de corazón haciendo la voluntad de Dios” (Efesios 6:6).
Hacemos bien en recordarnos que la voluntad del Señor nunca puede ser entendida aparte de los preceptos y principios de su Palabra. Esta “lumbrera a mi camino” hace la voluntad de Dios totalmente transparente en un buen número de áreas: salvación (2 Pedro 3:9), hacer el bien (1 Pedro 2:15), sufrimiento (1 Pedro 4:19), resultados desconocidos (Hechos 21:14), pureza sexual (1 Tesalonicenses 4:3), actitudes (1 Tesalonicenses 5:18), separación (Romanos 12:2), expresiones de necesidad (1 Juan 5:14), planes futuros (Santiago 4:15), y vivir de forma plena (1 Pedro 4:2), solamente para mencionar algunas. El problema no es tanto de una carencia de conocimiento sino una falta de obediencia. ¿Será posible que pasas más tiempo preocupado en querer conocer lo que no sabes que en hacer lo que sí sabes? Que el Señor “os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad” (Hebreos 13:21).
Tim Woodford
Traducido de Truth & Tidings
Usado con permiso
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