Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillabanMarcos 6:51
Esta es la segunda tormenta que vemos en el evangelio de Marcos. Consideremos tres cosas en relación a este relato:
La Conmoción
Juan nos dice que era un ‘gran viento que soplaba’. Marcos habla que el viento era contrario. La palabra ‘contrario’ significa «hostil, o que se opone como un adversario». El viento se levantaba para impedir el avance de los discípulos. Es posible que las dificultades y las pruebas parezcan ser un gran viento que se nos opone y que impide que avancemos. Causan ansiedad y temor. Quizás los discípulos pensaban que sería mejor regresar que seguir avanzando y, en ocasiones, podemos sentir lo mismo en nuestra vida. Quizás preferimos regresar. Los discípulos estaban bajo la dirección de Cristo, quien les había dicho que navegaran al otro lado. A pesar de que estaban actuando bajo la voluntad de Dios tenían dificultades, ya que las pruebas no necesariamente indican que Dios se esté oponiendo a que hagamos algo. Este caso es diferente a la tormenta que ocurrió en la historia de Jonás.
La Confusión
Esta tormenta era sin duda para el aprendizaje de los discípulos, «Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones» (Marcos 6:52). Era para mostrar las maravillas del poder de Cristo. Ellos no lo entendían, y cuando vieron al Señor que se acercaba pensaron que era un fantasma. Estaban confundidos. ¿No ocurre así también en nosotros cuando estamos en medio de una prueba? Es para nuestro aprendizaje, «nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones» (Romanos 5:3-5). En nuestro temor y confusión no podemos ver que Cristo se acerca a nosotros. Es en medio de las pruebas que aprendemos de su cuidado y compasión, de su poder y proximidad en nuestras vidas.
La Consolación
En ningún momento Cristo estuvo ajeno a las dificultades de los discípulos. Estando en tierra firme Él estaba orando, seguramente por la fortaleza de los discípulos en la tormenta. El Señor los veía remar con gran fatiga. Estaba al tanto del asunto. En el momento apropiado se acercó a ellos y subió a la barca. Cristo tiene poder para calmar la tormenta y, aunque no necesariamente lo hará siempre, Él se interesa aún más en calmar el corazón. Por eso les dijo a sus discípulos: «Yo soy, no temáis». Él quiere calmar el corazón para que descansemos en Él. Cualquiera sea el resultado de la prueba, de la tormenta, podemos tener paz al saber que Él camina sobre el mar, tiene control y poder sobre las circunstancias.
El versículo 53 nos trae consuelo cuando dice: «terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret, y arribaron a la orilla». Llegará el momento en que nuestro camino termine. Con Cristo en la barca, con paz en el corazón, todo habrá acabado y le daremos a Él la gloria por su constancia y compasión en medio de nuestras pruebas. «Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Romanos 8:18). Llegaremos a la orilla, al cielo, reconociendo que, aunque hubo tormentas, nunca nos dejó solos.
Miguel Mosquera
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