Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de águila…. cada uno caminaba derecho hacia adelante; hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; y cuando andaban, no se volvían. (Ezequiel 1:10-12)
La primera visión de Ezequiel fue de cuatro seres vivientes. Él describe el aspecto de ellos y su comportamiento. Quisiera notar tres cosas en cuanto a estos seres vivientes:
Sus rostros: Cada uno de ellos tenía cuatro caras que reflejaban cuatro animales: león, buey, hombre y águila. Estos cuatro animales nos ilustran cada aspecto del Señor Jesucristo resaltado en los evangelios. El león es el rey de la selva, nos habla sobre Cristo en Mateo, como el Rey. El buey nos habla del servicio, es un animal de trabajo, como vemos a Cristo en Marcos, el Siervo de Dios. El hombre nos hace pensar en Cristo como es visto en el evangelio de Lucas, el Hijo del Hombre, el Hombre perfecto. El águila es el ave de las alturas, nos representa a Cristo en Juan, como el Hijo de Dios, enviado del cielo. Es interesante ver que todos ellos hacían ver los cuatro animales en sus rostros. Así el creyente debe hacer ver el carácter del Señor Jesucristo en su vida. Pablo dijo “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). Cuando otros nos ven, ¿ven a Cristo? O ¿qué ven?
Su rectitud: “cada uno caminaba derecho hacia adelante… no se volvían”. No se distraían con nada ni había nada que les hiciera desviarse del camino que tenían que seguir. Uno puede ver el ambiente que rodeaba a estos seres vivientes, hay un viendo tempestuoso, hay fuego, pero ellos no se distraen. ¿Qué hizo a Pedro comenzar a hundirse en las aguas? Cuando quitó la mirada del Señor y empezó a ver las olas del mar (Mateo 14:30).
Su recorrido: “donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban”. Ellos no seguían otra ruta que la que ya les había sido impuesta. No estaban perdidos, ni tampoco eran rebeldes para seguir el camino que ellos quisiesen. Uno puede ver como el Señor en su vida terrenal siempre iba adonde el Espíritu le llevase. Pablo nos exhorta que “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:25).
Romer Miguel Mosquera