Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego (Deuteronomio 4:15)
Cada vez escucha uno más sobre cómo llevar una vida saludable. El cuerpo necesita ejercicio, buena nutrición y esto es bueno. Personas dedican su vida a estudiar y conocer los mejores métodos para cuidar nuestros cuerpos y hay tanta información disponible que uno puede quedar obsesionado por el tema. Pero, ¿qué en cuanto a nuestras almas? ¿Le prestamos la misma (o más) atención a nuestra alma que a nuestro cuerpo?
Moisés ha visto, a lo largo de la travesía por el desierto, la rápida tendencia del pueblo de Israel de desviarse de los mandamientos de Dios e irse tras los dioses ajenos. Ahora Moisés ve el final de sus días muy cerca y el libro de Deuteronomio está lleno de los consejos de Moisés para el pueblo de Israel y uno de esos consejos es el de guardar y cuidar sus almas. Hay mucha tentación afuera y nuestros corazones son muy vulnerables a desviarse, es por eso que debemos prestar atención, observar de cerca, cuidar, preservar y vigilar nuestras almas. Alimentarlas con la Palabra de Dios, llenarlas de lo que es bueno y agradable a nuestro Dios. Mantenerla en buena comunión y relación con nuestro Señor y, por supuesto, mantenerla lejos del pecado. Con mucha razón el apóstol Pablo nos da ese consejo tan sabio: “Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Timoteo 4:7-8).
Precepto es del Señor
que gloria yo le dé,
cuidando el alma que me dio,
viviendo por la fe.
Miguel Mosquera