Porque todos aquellos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas esta, de su pobreza echó todo el sustento que teníaLucas 21:8
Primeramente, pensemos en nuestro tiempo. ¿Le damos a Dios lo que nos sobra? Cada día llenamos nuestra agenda de actividades y responsabilidades. Desde la salida del sol hasta el anochecer estamos ocupados al punto que muchas veces tenemos que sacrificar algunas cosas para poder tener tiempo para otras tareas que “necesitamos” completar. Por lo general, es nuestro tiempo con el Señor el que sacrificamos: congregarnos, la lectura de la Biblia y la oración. Lo espiritual no es nuestra prioridad, sino que ocupamos tiempo para Dios solamente si nos sobra.
Además del tiempo, también podemos dar a Dios lo que nos sobra de nuestro talento. Estamos dispuestos a poner todo nuestro esfuerzo y empeño en el trabajo o en los estudios, donde siempre se nos exige dar un poco más, pero al momento de nuestro servicio al Señor solamente lo que nos cueste el mínimo esfuerzo con tal de cumplir.
¿Es así como Dios actúa? De ninguna manera. Dios dio lo más precioso y lo más costoso por nosotros. Lo dio todo, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito” (Juan 3:16).
En el templo estaba uno observando: el Señor Jesucristo. Él es el único que puede dar una correcta evaluación en cuanto a nuestro servicio. ¿Le estoy dando a Dios de lo que me sobra?
Da lo mejor al Maestro,
tu juventud, tu vigor;
dale el ardor de tu vida,
del bien luchando en favor.
Cristo nos dio el vivo ejemplo
de su pureza y valor.
Da tu lealtad al Maestro,
dale de ti lo mejor.
Miguel Mosquera
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