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¿Darías a Dios algo que no te cueste?

…porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada2 Samuel 24:24

David había pecado al haber hecho un censo al pueblo de Israel. El ángel de Jehová salió a hacer juicio sobre Israel y hubo una gran mortandad. Gad, el profeta, le dijo a David que ofreciera un altar a Dios en la era de Arauna para que cesara la mortandad. Arauna se sintió muy privilegiado que el mismo rey viniera a ofrecer sacrificio en sus tierras, así que le ofreció al rey pagar todos los gastos. David no lo aceptó, sino que pagó el justo precio de lo que valía.

Alguien dijo: «Si lo que vas a dar no te cuesta nada, probablemente tampoco vale nada». El costo de lo que Dios dio por nosotros es incalculable: «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros» (Romanos 8:32); «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito» (Juan 3:16). Lo más costoso, lo más valioso. ¿Qué le damos a Dios? Muchas veces lo que nos sea más fácil para hacer. Le damos de lo que nos sobra. No se trata sólo de dinero, pero aprovechamos nuestro tiempo y esfuerzo para lo nuestro y si sobra algo, le damos a Dios.

Nos gusta la comodidad. Dedicamos tiempo para cultivar nuestras amistades, pero no hay tiempo para cultivar nuestra relación con Dios. «¿Levantarse más temprano para leer la Biblia y orar?» «¿Tener que decirle ‘no’ a la salida con los amigos porque los creyentes van a repartir literatura en la urbanización?».

No hay mejor inversión que aquello en lo que dedico mi tiempo, esfuerzo e, incluso dinero, para lo que tiene valor eterno.

¿Y qué podré yo darte a Ti 
a cambio de tan grande don? 
Es todo pobre, todo ruin; 
toma, oh Señor, mi corazón.

Miguel Mosquera

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