“Vinieron todas las tribus de Israel a David en Hebrón y hablaron, diciendo: Henos aquí, hueso tuyo y carne tuya somos. Y aun antes de ahora, cuando Saúl reinaba sobre nosotros, eras tú quien sacabas a Israel a la guerra, y lo volvías a traer. Además Jehová te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, y tú serás príncipe sobre Israel”
(2 Samuel 5:1-2)
Finalmente David iba a ser coronado por el pueblo de Israel. A pesar de la muerte de Saúl, David todavía no era rey, no fue sino 7 años después que finalmente todo el pueblo de Israel vino a él para hacerle rey. En este versículo podemos ver tres declaraciones que hacen los ancianos de Israel para demostrar que David era digno del trono y que también nos hablan del Señor Jesucristo y su dignidad como Rey:
- “Hueso tuyo y carne tuya somos”: el pueblo de Israel reconoce a David, no como un enemigo como Saúl había hecho ver a David, sino como uno que es parte del pueblo. Nos hacer pensar en la encarnación del Señor Jesucristo. Nos dice Hebreos que Cristo “participó de carne y sangre” al igual que nosotros. Grande es este misterio, que Dios se haya manifestado en carne, que haya tomado forma de siervo hecho semejante a los hombres, que se haya identificado con nosotros al venir a la tierra.
- “Eras tú quien sacabas a Israel a la guerra”: fue mucho tiempo después que David fue ungido, que llegó a ser rey. Uno pensaría que Saúl, siendo el rey, era el que peleaba por Israel pero no era así, sino David, el hombre valiente. Vemos también en Cristo a aquel que peleó la batalla contra el enemigo de nuestras almas, el diablo. También nos dice Hebreos que Cristo “destruyó por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”.
- “Jehová te ha dicho”: Dios había ungido a David y lo había hecho rey. Esto era más que suficiente para demostrar que David era digno del trono de Israel, pero aun así nos agrada escuchar las primeras palabras de los ancianos que dan esas otras dos razones. El Salmo 2 nos habla cómo el mundo y los reyes de la tierra rechazaron al Salvador, sin embargo, Él sigue siendo el Ungido de Dios (Salmo 2:2) y también Dios ha dicho “yo he puesto mi rey Sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú” (Salmo 2:6-7).
Es por eso que Apocalipsis 19:16 nos habla que Cristo “en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES”, porque Él es digno.
Miguel Mosquera