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De buena gana

Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo2 Corintios 12:9

“Todo es cuestión de actitud”. Esto es muy cierto, aunque es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Tendemos a tener una buena actitud cuando las cosas van saliendo bien o, al menos, como esperamos. Podríamos, incluso, tener una buena actitud cuando el viento es contrario, siempre y cuando, al orar, Dios, en su poder, cambie el viento a nuestro favor, o diga: “Calla, enmudece, y se hace grande bonanza” (Marcos 4:39).

En el caso de Pablo, le había sido enviado un “aguijón en la carne”, algo doloroso, molestoso. Era de esperar que, siendo el apóstol un hombre de oración, él habría de rogar a Dios sobre el asunto. Tres veces rogó a Dios, pero la respuesta fue: No. Dios no le quitó la carga, le dio la gracia para llevarla, y le dijo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Este ‘aguijón’ permanecería el resto de su vida.

La voluntad de Dios siempre es ‘agradable y perfecta’. Él no se equivoca en lo que permite en nuestras vidas. Puede usarlo todo para enseñarnos, aun cosas que pensamos que son perjudiciales para nosotros. Puede ser algo que esté presente por mucho tiempo, o incluso, por el resto de nuestras vidas.

Pablo nos enseña que no se trata solamente de aceptar la voluntad de Dios, sino de aceptarla “de buena gana”. Esta expresión solamente aparece dos veces en el Nuevo Testamento. La segunda mención es en este mismo capítulo, en el versículo 15, donde es traducida: “con el mayor placer”. Creo que ambas expresiones comunican bien la idea.

Sea que Dios nos quite la carga o nos dé la gracia para llevarla, que aceptemos su voluntad con una buena actitud, de buena gana, con el mayor placer.

Miguel Mosquera

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