«Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mateo 7:13-14)
Cada vez que una persona escucha el evangelio está tomando una decisión, está escogiendo entre dos opciones: la puerta angosta o la puerta ancha, el camino angosto o el camino ancho, la vida o la perdición.
En este versículo el Señor Jesucristo está utilizando varios ejemplos para enseñarnos verdades espirituales. Nos habla de dos puertas, para enseñarnos algo sobre nuestra DECISIÓN; nos habla de dos caminos, para enseñarnos algo sobre DIRECCIÓN y nos presenta dos lugares para enseñarnos algo sobre DESTINO.
Decisión
El famoso jugador de béisbol Yogi Berra dijo una vez «cuando llegues a la ‘Y’ del camino, tienes que tomarla». Una declaración muy obvia pero muy cierta, ya que muchas personas llegan a momentos decisivos en su vida, donde tienen que escoger, pero pretenden que pueden evadir su responsabilidad y no decidir nada. Eso no es posible, y es igual en cuanto al evangelio. Dios dice en su Palabra que «No hay justo, ni aun uno… no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno» (Romanos 3:9,12), nuestro pecado merece el castigo de Dios, de acuerdo a Romanos 6:23 «la paga del pecado es muerte», sin embargo el que cree en el Señor Jesucristo es salvo (Hechos 16:31).
El destino eterno de tu alma depende de tu decisión con respecto a Cristo: si crees o no crees, si tienes a Cristo o no tienes a Cristo.
El Señor Jesucristo es la puerta, Él dijo «Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo» (Juan 10:9). Él dio su vida en la cruz para abrir una puerta al cielo por la cual el pecador puede entrar y tener la vida eterna. No se trata de buscar una religión o de mejorar mi estilo de vida para ver si Dios lo toma en cuenta y me deja entrar al cielo. El cielo tiene una sola puerta y es Cristo. Todo gira en torno a Cristo «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él» (Juan 3:36) y también: «El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida» (1 Juan 5:12).El destino eterno de tu alma depende de tu decisión con respecto a Cristo: si crees o no crees, si tienes a Cristo o no tienes a Cristo.
Debes hacerte entonces la pregunta, ¿dónde quiero pasar la eternidad?
Dirección
Es muy raro el caso en el que uno se sube a su carro y comienza a manejar sin tener un rumbo fijo. Lo más común y normal es que uno toma la ruta o sigue la dirección dependiendo del lugar adonde quiera ir, ¿cierto? De la misma manera es con el destino de tu alma. Es por eso que el Señor nos da el escenario completo, para que al tomar la decisión, al escoger la dirección, lo estemos haciendo conscientes del destino que queremos para nuestra alma, siendo los dos únicos destinos el cielo o el infierno. Debes hacerte entonces la pregunta, ¿dónde quiero pasar la eternidad?
Muchas personas piensan que el camino de la salvación es obedecer la Biblia. Obedecer la Biblia es bueno, pero la Biblia no es el camino, ella nos indica el camino. Cristo dijo a un grupo de religiosos, conocedores de las Escrituras «Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí» (Juan 5:39). La Biblia nos indica el camino, que es Cristo. «Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6). Es como el GPS, no nos lleva al lugar que queremos pero nos da las instrucciones de cómo llegar y si seguimos sus instrucciones llegaremos a nuestro destino deseado.
Destino
Esto nos lleva a considerar el destino de nuestras almas. Ya hemos mencionado que Cristo es la puerta y también Cristo es el camino, de la misma manera queremos decirle que Cristo es el destino. El cielo tiene muchas cosas maravillosas, pero el cielo es el cielo porque Cristo está allí y el infierno es el infierno porque Cristo no está allí. La triste realidad de todos aquellos que se pierden, es que quedarán separados para siempre de Dios. Cristo llevó nuestro castigo en la cruz, cuando dijo: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mateo 27:46), Él estaba sufriendo la ira de Dios y el castigo completo y justo del pecado sobre Sí mismo en la cruz del Calvario. Estaba tomando tu lugar y mi lugar para que nosotros podamos ser libre de condenación.
El apóstol Juan nos describe el cielo diciéndonos: «ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron» (Apocalipsis 21:4), un gran contraste con el lugar de perdición, que es llamado la muerte segunda, oscuridad, lloro y crujir de dientes (Mateo 22:13). El apóstol Pablo dijo una gran verdad, «estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor» (Filipenses 1:23).
Miguel Mosquera