Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamadosEfesios 4:1
No es nuestro andar lo que nos garantiza la salvación, ya que esta depende enteramente de Cristo y su obra por nosotros. Es un andar “digno de la vocación con que fuisteis llamados”, es decir, que es el andar que corresponde al que ha sido salvado por la gracia de Dios, añadido al Cuerpo de Cristo, la Iglesia, y bendecido con toda bendición espiritual. Es el resultado de la salvación.
Es un andar diferente al de los no salvados: “ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente” (4:17). Por lo tanto, hay que desechar todo aquello que desagrada a Dios, aunque sea muy normal en el mundo – lascivia, impureza, mentira, ira, palabras corrompidas, amargura, enojo, gritería y malicia (vv.19-31).
Es un andar que es impulsado por el amor: “andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros” (5:1). El amor no exige, sino que entrega. Este amor tiene su modelo a seguir en el Señor Jesucristo, quien estuvo dispuesto a darlo todo.
Es un andar en luz: “ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (5:8). Jesús dijo que “el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va”. Este es el camino del que no tiene a Cristo, es un camino de engaño, desorientación y confusión. Nosotros hemos conocido la verdad y la voluntad de Dios, las cuales nos guían en senda de luz.
Para andar con Jesús no hay sendero mejor
que guardar sus mandatos de amor.
Obedientes a Él siempre habremos de ser,
y tendremos de Cristo el poder.
Obedecer y confiar en Jesús,
es la senda marcada
para andar en la luz.
Miguel Mosquera
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