Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmesEfesios 6:13
En el capítulo 2 vimos que el creyente goza del enorme privilegio de estar sentado en lugares celestiales con Cristo Jesús. En el capítulo 4 y 5 vimos que el creyente está andando como es digno del evangelio, guiado y llenado por el Espíritu Santo.
Ahora en el capítulo 6 el creyente está firme en el campo de batalla. La batalla es espiritual y el enemigo son principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este siglo y huestes espirituales de maldad. Es un enemigo despiadado, cruel y violento. Las circunstancias son oscuras y el día es malo.
Pero no estamos solos. Pablo comienza mostrándonos a QUIÉN (Cristo) tenemos en esta lucha y QUÉ (la armadura de Dios) tenemos para esta lucha.
“Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza”. Cristo es nuestro Capitán quien lucha a nuestro lado. Él es el vencedor de todas estas fuerzas de las tinieblas: “despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15).
También hemos sido dotados con una armadura necesaria para esta batalla. Está diseñada por Dios y hecha a la medida. Listos con la verdad para mantenernos firmes. Tenemos protección para nuestro corazón (coraza de justicia), nuestro cuerpo (escudo de la fe), nuestros pensamientos (yelmo de la salvación), nuestros pies (el calzado del apresto del evangelio de la paz), finalmente, la Palabra de Dios sirve como arma defensiva ante los constantes ataques del enemigo.
Nuestra victoria no está en destruir al enemigo. Nuestra victoria está en permanecer firmes en la batalla.
¡Estad por Cristo firmes,
soldados de la cruz!
Alzad hoy la bandera
en nombre de Jesús.
Es vuestra la victoria
con Él por capitán;
por Él serán vencidas
las huestes de Satán.
Miguel Mosquera
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