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El creyente y la universidad

Cuando comencé a estudiar me dijeron que la universidad era el mundo en miniatura, y al terminar la carrera pude concluir que es cierto. No es una razón para no estudiar sino más bien para tener cuidado, como el Señor dijo en Juan 17:15 “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”. Es una gran emoción entrar en la universidad y al comienzo uno tiene poca o ninguna idea de lo que se va a enfrentar en los siguientes 3, 4, 5 ó 6 años, así que valdría la pena considerar algunos consejos en cuanto a esto.

TIEMPO – “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Ecl. 3:1). La universidad exige tiempo. Estudiar, trabajos, exposiciones, clases, exámenes. Hay carreras que requieren de más tiempo que otras pero siempre debemos darle el primer lugar al Señor, “para que en todo tenga la preeminencia” (Col. 1:18). Sería un error creer que el Señor va a esperar 5 años para recuperar nuestra devoción. ¿Realmente necesito faltar al culto para estudiar o hacer el trabajo? ¿Será que en una hora voy a aprender lo que necesito para sacar la máxima nota en el examen de mañana o para terminar el trabajo pendiente? Los fariseos buscaban la opinión del Señor sobre un tema muy específico y la respuesta fue “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22:21). También enseñó “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas [incluyendo la universidad] os serán añadidas” (Mt. 6:33).

TENTACIONES – “Consérvate puro” (1º Tim. 5:22). Son muchas las tentaciones que uno va a encontrar en la universidad. Es necesario tener cuidado con las amistades, los compañeros de estudios son sólo para estudiar. “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?” (Stg. 4:4). Sería bueno a la hora de estudiar o hacer el trabajo, hacerlo en un lugar público de manera de no dar lugar al enemigo para tentar. “Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala” (Mr. 9:43). Si ves que un compañero o compañera te está perjudicando tu vida espiritual es mejor dejarlo antes que te contamine.

TROPIEZOS – Uno se va a encontrar con toda clase de creencias. Católicos, testigos de Jehová, mormones, adventistas y hasta los más aferrados ateos. No es tiempo de decir que soy creyente porque nací en un hogar cristiano o porque me siento bien allí. Hay que tener convicciones firmes. Por algo Pedro dice que debemos estar “siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1º Pe. 3:15). Y también Judas “contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3).


TRAMPA
– Está siempre la tendencia a conseguir los objetivos por otro camino que no es el correcto. “Le pago al otro para que me haga el trabajo”, “no importa si estudio con tal de sentarme al lado del que sabe para copiarme”. Podré salir bien pero mi testimonio como creyente es manchado. Recordemos que “el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente” (2º Tim. 2:5).

TESTIFICAR – ¿Están los demás influenciando en mí o yo en ellos? Que sepan que soy cristiano y hablemos de Cristo a nuestros compañeros de estudios para que ellos también conozcan las virtudes del que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.

Apreciado hermano o hermana que estás comenzando o cursando una carrera universitaria, recuerda que el Señor te ha puesto allí con un propósito y la oportunidad se te presentará una sola vez. Algunos tropezaron y cayeron y lamentamos “¡cómo han caído los valientes en medio de la batalla!” (2 Sam. 1:25). “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” (1º Cor. 10:12). “…tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios gradándole con temor y reverencia” (Heb. 12:28).

Miguel Mosquera

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