El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitosMalaquías 1:6
Sin embargo, sí hubo uno que trajo completa honra y agrado a su Padre: el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo. Veamos, al menos, tres cosas en las cuales Jesús honró a su Padre.
Cristo amaba lo que el Padre amaba. Quienes somos padres sabemos la satisfacción que trae ver que nuestros hijos les guste lo que a nosotros nos gusta. Hebreos 1 nos dice de Cristo: “Has amado la justicia, y aborrecido la maldad”.
Desde su temprana edad se mantuvo ocupado “en los negocios de su Padre”. Hacer la voluntad de Dios y proclamar las buenas nuevas de salvación era su deleite. Hizo bien a muchos, enseñó la verdad y vivió una vida intachable.
No buscaba la gloria para sí mismo, sino que buscaba siempre la gloria de Dios. En varias ocasiones, al hacer un milagro, se dice que “todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas” (Lucas 5:26). ¡Qué fácil sería buscar su propia gloria por medio de los milagros y hacerse famoso! Pero ese no era el objetivo del Hijo Amado. Con las maravillas que hizo buscaba que los hombres glorificaran a Dios.
Es un gran privilegio ser llamados hijos de Dios. “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1). Sigamos el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, que, como hijos de Dios, nuestro anhelo y meta, en esta semana y este nuevo año, sea honrar al Padre.
Miguel Mosquera
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