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(3) El Hombre de Dios – Su Testimonio

Entonces la mujer dijo a Elías: Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca.
(
1 Reyes 17.24)
El creyente debe tener un buen testimonio. Dios hace un cambio en nuestras vidas el día en que creímos, ya no andamos como andábamos antes ni practicamos las mismas cosas que practicábamos cuando estábamos sin Cristo. El apóstol Pablo nos habla que el creyente debe tener un buen testimonio delante de la iglesia (otros creyentes), del mundo (los incrédulos) y delante de Dios. Elías era un hombre de buen testimonio, sin embargo, como también le ha ocurrido a muchos creyentes, su buen testimonio reflejaba la maldad y el pecado en el pueblo de Israel, especialmente en su líder, Acab, quien fue un rey malvado y apartado de Dios. Por eso que Acab y Jezabel encargaron de poner a Elías con una muy mala reputación culpándolo de todo lo que le estaba aconteciendo a la nación. ¿Sería que la mujer que había ayudado a Elías tenía este mismo concepto de él? Cuando su hijo muere ella le reclama a Elías, como si fuera culpándolo a él por la muerte de su hijo. Elías pudo haberse puesto a debatir sobre si ella tenía razón o no, pero en lugar de eso él decidió hacer algo por ella, entrando en el cuarto y orando por su hijo. Dios contestó su oración y el muchacho resucitó. Es entonces que ella le dice: “Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca”. Ella debió haberlo sabido pero fue cuando Elías hizo esta buena obra que ella abrió los ojos para darse cuenta que Elías era un verdadero hombre de Dios. Cuando nos ocupamos en buenas obras estamos mostrando el mismo carácter de Dios y otros se darán cuenta que somos verdaderos cristianos.
Las personas en el mundo, cuando un cristiano peca, ellos generalizan y piensan que todos los cristianos somos así, hipócritas y de mal testimonio. Si nosotros entendiéramos el impacto de un mal comportamiento nuestro, tuviéramos más cuidado con nuestro andar. Muchas veces no medimos la consecuencia de nuestros hechos y el impacto que tienen sobre el testimonio del evangelio. Ocupémonos en buenas obras, tengamos un buen testimonio. Como nos enseña Pedro en su epístola “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras” (1 Pedro 2:11-12).
Miguel Mosquera

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