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(4) El Hombre de Dios – Sus Pruebas

Vino entonces el varón de Dios al rey de Israel, y le habló diciendo: Así dijo Jehová: Por cuanto los sirios han dicho: Jehová es Dios de los montes, y no Dios de los valles, yo entregaré toda esta gran multitud en tu mano, para que conozcáis que yo soy Jehová.
(1 Reyes 20.28)

Los sirios tenían un concepto equivocado en cuanto a Dios, que él era Dios solamente en el monte (cuando todas las cosas son favorables) y que no era Dios en el valle (esto es que no tenía poder cuando las circunstancias estaban en contra). A veces vemos a Dios de la misma manera cuando estamos en el valle de las pruebas, lo vemos distante, desinteresado, ajeno a lo que nos esté pasando; sin embargo Dios no cambia, los que cambiamos somos nosotros y nuestra perspectiva dependiendo de las circunstancias que nos rodean.

Ahora tomemos un ejemplo de las Escrituras. En cierta ocasión el Señor tomó a Pedro, Juan y Jacobo y los llevó a un monte alto y se transfiguró delante de ellos. ¡Tremenda experiencia para estos tres discípulos! Estar en la presencia del Señor contemplando su gloria y escuchando revelaciones tan íntimas de parte del Señor como lo eran escuchar “de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén”, asimismo escuchar la voz del Padre alabando al Hijo. Pero, ¿qué estaba pasando con los otros nueve discípulos? Estaban abajo (en el valle de la prueba) con un hombre que trae a su hijo para que le saquen un demonio. Parece que los esfuerzos de los discípulos no dan resultado, la multitud está esperando un milagro, el padre angustiado, el endemoniado se sacude con violencia, los escribas y fariseos rodean a los discípulos seguramente para hacerles ver su fracaso y si esto no fuera suficiente, ¡el Señor no está! Ninguno de nosotros hubiese querido estar en los zapatos de los nueve, pero veamos esto desde otro punto de vista. ¿Cuál fue la actitud de los tres discípulos en el monte? ¡Se estaban quedando dormidos! No habían sido capaces de apreciar y adorar al Señor aunque les estuviese mostrando su gloria. Podemos criticarlos pero la verdad es que somos iguales que ellos. Cuando todo va bien, Dios pudiera revelar la grandeza de su gloria en nuestras narices y no seríamos capaces de darnos cuenta de lo que está ocurriendo. Pero cuando estamos en la prueba aprendemos más de Él, porque nos damos cuenta que no tenemos a otro a quién acudir. Estoy seguro de que lo único que pasaba por la mente de esos nueve discípulos era clamar y buscar al Señor, sólo Él podría ayudarles. Necesitamos llegar al valle, darnos cuenta que no tenemos fuerzas, que la oscura nube está sobre nosotros y que los vientos son contrarios y dejar que el Señor obre. Es cuando todo va mal que una simple y pequeña muestra del poder de Dios en respuesta a nuestra plegaria nos deja maravillados. “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Salmo 23:4).

Que podamos en nuestra vida poder apreciar la grandeza de Dios en los buenos momentos y en los malos también porque ¡Él es Dios en el monte y también Dios en el valle!

Miguel Mosquera

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