Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirraMateo 2:11
De muy lejanas tierras vinieron unos magos para adorar al niño. Aquel niño que adoraron era el mismo Hijo de Dios, el Señor Jesucristo. Aun siendo un niño era digno de alabanza, de reverencia, de adoración. Dios les guió por medio de una estrella para que llegaran al lugar donde estaba el Señor.
Los Magos
Mucho dice la tradición sobre estos magos, sin embargo, no debemos ir más allá de lo que las Escrituras nos dicen. No se menciona que fueran reyes, cuántos eran ni tampoco se mencionan sus nombres.
Al hablar en plural ‘magos’ sabemos que eran más de dos. Serían hombres importantes debido a que fueron recibidos por el mismo rey Herodes y sus palabras “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?” conmocionaron la ciudad entera. Los tesoros que dieron al Señor muestran que eran hombres que poseían riquezas.
El Lugar
Primero vinieron a Jerusalén. Mateo 2:2 dice: “su estrella hemos visto en el oriente”. Lógicamente, dado que buscaban al rey de los judíos fueron primero a Jerusalén a indagar sobre el lugar donde había nacido. Dios en su providencia permitía que los líderes judíos escucharan la noticia, abrieran las Escrituras y recordaran la promesa que Dios había hecho mucho tiempo antes por medio de sus profetas. Tristemente, ninguno de ellos se interesó por indagar más sobre la venida del Mesías.
Desde Jerusalén la estrella misma les guió hasta el lugar donde estaba el Señor, como dice el v.9 “la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos”. Mal se ha representado a los magos presente frente al pesebre; Mateo 2:11 dice “al entrar en la casa”. Los magos no llegaron el mismo día del nacimiento del Señor, era de esperarse también que luego que Jesús nació, José buscara un lugar más adecuado, como una casa, para la familia estar. No se nos dice más sobre el lugar, solamente que la estrella dirigió a estos hombres de forma inequívoca al lugar exacto donde estaba el Señor Jesucristo.
La Persona adorada
Nos dice que “vieron al niño con su madre María”. El orden es muy importante. A quien adoraron y ofrecieron los tesoros no fue a María sino al niño. Se postraron ante Él. Quien tenía la preeminencia en el escenario fue el Señor mismo, Dios manifestado en carne.
Se regocijaron con muy grande gozo, se postraron y adoraron a Aquél en quien, aun siendo niño, “habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9), que nosotros hagamos lo mismo.
Miguel Mosquera
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