Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesónLucas 2:7
“Dio a luz a su hijo primogénito”. Las Escrituras hablan de Cristo como el Hijo Unigénito de Dios, porque Él es único en su relación con Dios, pero no hablan del hijo unigénito de María, sino el primogénito, ya que fue el primero pero no el único hijo de María (Mateo 13:55-56).
El plan de Dios se llevó a cabo sin pasar por alto los detalles. El Dios que mueve la mano de la máxima autoridad del mundo, Augusto César, para que firme un edicto que haga que José y María viajen a Belén para el nacimiento del Señor, no cambia el corazón de los dueños del mesón para dar un lugar más adecuado para su nacimiento. Dios muestra que está en control de todo, y los acontecimientos son llevados a cabo conforme a su plan. De la misma manera puedes tener esta confianza en relación a los acontecimientos de tu vida, Dios está en control y puede hacer que lo imposible ocurra al mismo tiempo que las pequeñas cosas que pudiera cambiar no lo hace, para cumplir su propósito. Fue acostado en un pesebre. Esta sería la señal para los pastores; nada milagroso, aunque singular.
“No había lugar para ellos en el mesón”. Si se fija bien, no dice que no había lugar en el mesón, sino que dice que no había lugar para ellos en el mesón. Había lugar, pero no para ellos. El Señor fue rechazado desde su nacimiento.
Vemos otras ocasiones en que también fue rechazado durante su vida. De la ciudad donde fue criado, Nazaret, le echaron fuera (Lucas 4:29). Quiso ir a Samaria, pero no le dejaron entrar (Lucas 9:52-53). Las ciudades donde hizo muchos milagros no se arrepintieron a su predicación (Lucas 10:13). En su muerte tampoco le dieron lugar, le sacaron fuera de la ciudad y allí le crucificaron (Juan 19:17).
El apóstol Pedro al predicar en Jerusalén, dijo: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo” (Hechos 4:11). Despreciado por los hombres, pero aprobado y apreciado por Dios para que por medio de Él pudiera haber salvación y entrada al cielo para los perdidos pecadores.
Miguel Mosquera
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