El peligro de la avaricia y el materialismo se han intensificado exponencialmente en nuestra sociedad debido a que están emparentados con la maldición del crédito fácil y la adopción, casi universal, del exagerado consumismo impulsado por la deuda. Las tarjetas de crédito son promocionadas a los adolescentes en cualquier instituto o universidad, líneas de crédito son prácticamente forzadas por las instituciones financieras, crédito de vehículos o casas que son compradas netamente con crédito. La mayoría de las personas viven virtualmente en el límite de su crédito disponible, pensando muy poco en cómo van a pagar lo que deben o cómo se van a salir del hoyo que ellos mismos están cavando.
Como cristianos necesitamos reconocer que la Palabra de Dios es clara y contundente en sus advertencias sobre las deudas. Proverbios 22:7 nos declara: «El rico se enseñorea de los pobres, y el que toma prestado es siervo del que presta». Las Escrituras no prohíben totalmente la deuda, pero sí nos advierten, en términos muy claros, acerca de los peligros y nos pinta la figura en la cual un creyente debe ser muy, pero muy cuidadoso acerca del uso de la deuda para financiar la compra de cosas materiales.
«Compra ahora y paga después» puede que sea el slogan del consumismo exagerado que ha envenenado nuestra sociedad occidental pero es una manera vergonzosa para un hijo de Dios vivirSi vemos nuestro dinero y las posesiones materiales como una mayordomía de Dios (como debe ser) entonces, el uso negligente de la deuda es una manera de chantajear a Dios. Esencialmente la deuda es usar dinero que Dios todavía no me ha confiado. Estoy comprometiendo un dinero ahora del cual estoy asumiendo que Dios me va a confiar en algún punto en el futuro, más o menos retar a Dios a cumplir las obligaciones que yo he tomado deliberadamente, y con frecuencia sin sentido.
Nunca debemos entrar en una deuda ligeramente. Las siguientes directrices se sugieren para cada creyente, joven o anciano, para que cuidadosamente y en oración sopese las cosas antes de entrar en una transacción financiera que involucre un crédito o una deuda.
- Nunca te metas en una deuda por algo que va a ser consumido antes que termines de pagarlo. Esta directriz nos indica que, bajo ciertas circunstancias, puede que sea razonable para el creyente usar un nivel manejable de deuda para adquirir una casa, una educación o, posiblemente, un vehículo (aunque sería algo necio endeudarse para comprar un vehículo «mejor» que el que pudiera adquirir sin ella, si el vehículo que puedo comprar sin endeudarme suple perfectamente mis necesidades de transporte). Las deudas nunca deben ser usadas para pagar vacaciones, lujos, gastos de estilo de vida o cualquier otra cosa que rápidamente serán olvidadas aun cuando las cuotas se acumulan y reclaman a gritos ser pagadas.
- No te endeudes a menos que antes te sientes y desarrolles un plan realista y conservador de cómo vas a pagar la deuda. Esto te evitará cualquier gasto impulsivo con la tarjeta de crédito. Si no tienes con qué pagar ahora es poca la probabilidad de que lo tendrás cuando te lleguen las cuentas. Si no tienes un método de pago creíble y realista, no entres en ningún acuerdo que involucre una deuda.
- No te endeudes sin antes haber pasado un tiempo orando sobre eso, posiblemente discútelo con alguien espiritualmente más maduro que tú y luego que estés convencido que esta compra que estás haciendo es necesaria para el desarrollo de los propósitos de Dios para tu vida. Esto puede significar que la deuda sea una vía razonable para la compra de la casa que será usada para la gloria de Dios, o para el vehículo que te permitirá que toda tu familia puede ir a las reuniones de la asamblea, etc. Pero esta prueba va a cuestionar el que te endeudes para comprar la motocicleta que tanto quieres, o «invertir» en el televisor pantalla plana o el sistema de sonido más actualizado.
Es cierto que las directrices mencionadas puede que parezcan radicales, antiguas y totalmente fuera de serie con lo que es considerado «normal» en nuestra sociedad de hoy, incluso entre los creyentes. Pero antes de descartarlas de plano por ser irrelevantes para usted y sus decisiones, ore en cuanto a esto, compárelo con las Escrituras, no con su grupo social, y vea si no representa una base bíblica y sana para evitar un andar cristiano irresponsable, endeudado, caro y estéril.
El concepto de «asequible» no es anticuado, es Escritural. El Señor habla en Lucas 14:28 de un hombre que está planificando para construir una torre. Antes de empezar, él se siente y calcula el costo para asegurarse que tiene fondos suficientes para terminarla. Tristemente, «asequibilidad» ha sido reemplazada por «disponibilidad» y las decisiones de las compras son tomadas ligeramente en la base de si tengo o no los fondos (así sea con un crédito) para cerrar la transacción. «Compra ahora y paga después» puede que sea el slogan del consumismo exagerado que ha envenenado nuestra sociedad occidental pero es una manera vergonzosa para un hijo de Dios vivir, que no tiene base en la Palabra de Dios.
¿Por qué nos da Dios el dinero?
La gracia de dar
Dudo mucho que alguien diga que Dios nos da el dinero para malgastarlo en nuestro deseos y placeres. Es más probable que la mayoría de nosotros diga que Dios nos da el dinero para usarlo en suplir nuestras necesidades. ¿Te sorprendería saber que ni siquiera esto es la idea completa de lo que las Escrituras nos enseñan del por qué Dios nos confía el dinero y las posesiones materiales? Pablo escribe en 1 Timoteo 6:17 en cuanto al «Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos». Si allí terminara el asunto entonces estaríamos muy contentos de saber que Dios nos da todas las cosas para que las disfrutemos. Pero en el versículo 18 el apóstol continua explicando cómo debemos disfrutas las cosas que Dios nos ha provisto. «Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos». Vemos esta misma enseñanza en Efesios 4:28 donde Pablo escribe «El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad». Nosotros hubiésemos esperado que el versículo terminara «para que tenga con qué proveer a su familia», pero no es la manera en que las Escrituras lo dicen. Dice «para que tenga qué compartir con el que padece necesidad». La razón principal por la que Dios nos ha confiado el dinero y las posesiones materiales es para que las usemos como instrumentos en Su mano para suplir las necesidades de otros. Puesto de manera bien sencilla, ¡Él nos da el dinero para que demos!
Quizás como joven creyente sientas que no tienes nada que dar. La Escritura es exigente en sus enseñanzas de dar. ¿Quién debe dar? ¿Aquellos que tienen mucho? ¿Aquellos que tienen más que yo? ¡No! Pablo escribe en 2 Corintios 9:7 que «cada uno dé como propuso en su corazón». Note que dice «cada uno». En 1 Corintios 16:2 dice «cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado». Note otra vez que el versículo dice «cada uno de vosotros». Así que dar es una responsabilidad de cada creyente, no de un grupo selecto.
En 2 Corintios capítulos 8 y 9 se nos dan instrucciones específicas en cuanto a principios que deben gobernar lo que damos. Aprendemos en estos capítulos que debemos dar de forma sacrificial, liberal, voluntaria y alegre.
Conclusión
Este artículo no ha sido escrito para intimidar a los creyentes, tampoco para menospreciar a algunos o crear descontento o desánimo. Si lo has leído y sientes que está fuera de tono con dónde estás financieramente y estás tentado en descartarlo como irrelevante, detente por un momento y considera las fuerzas tan poderosas que están trabajando cuando se trata de tu perspectiva en cuanto al dinero y las cosas materiales, especialmente si eres un joven creyente que está empezando su vida adulta. No dejes que el mundo con sus filosofías, maneras de pensar y prácticas envenenen tu perspectiva en cuanto al dinero y posesiones materiales. Lee las Escritura y deja que la verdad de Dios impregne tu alma. Toma en cuenta la exhortación del Señor «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón».
Andrew Ussher
Tomado de Truth & Tidings
Usado con permiso