Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio... la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria1 Corintios 2:7-8
La excelencia de este título la podemos contemplar en los mismos eventos de la crucifixión. ¡Qué diferencia entre el bendito Hijo de Dios y aquellos que fueron crucificados con El!
- La pureza y santidad de Cristo. El ladrón reconoció: “Nosotros... justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo” (Lucas 23:41)
- La integridad del Salvador. Mientras los ladrones y la multitud le injuriaban, Él no respondió de la misma manera, sino que sus palabras fueron: “Padre, perdónalos” (Lucas 23:34)
- La compasión del Señor. Cuando aquel ladrón solamente pensaba en sí mismo, al decir: “sálvate a ti mismo y a nosotros” (Lucas 23:39), Cristo estaba pensando en el cuidado de su madre, al delegar su cuidado al discípulo Juan, cuando le dijo: “he ahí tu madre” (Juan 19:27)
- La perfecta dependencia al Padre: Al terminar la obra de la salvación clamó “consumado es” y luego dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Las palabras de Cristo, en relación a Dios, nos hacen ver su obediencia y sumisión en todo momento a la voluntad de Dios. Otros, en medio del sufrimiento, hubiesen desafiado a Dios como la mujer de Job, que dijo: “maldice a Dios, y muérete” (Job 2:9). Cristo glorificó a Dios siempre, aun en medio del sufrimiento de la cruz
El contemplar al Señor de gloria hizo que el centurión diera gloria a Dios, diciendo: “Verdaderamente este hombre era justo” (Lucas 23:47). Contemplemos al Señor de gloria, no solamente crucificado, sino ahora exaltado hasta lo más alto en los cielos, y que esto nos estimule a darle gloria a Él y darle gloria a Dios.
La cruz sangrienta al contemplar
do el Rey de gloria padeció,
riquezas quiero despreciar
y a la soberbia tengo horror.
Miguel Mosquera
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