Puso la mesa en el tabernáculo de reunión … y sobre ella puso por orden los panes delante de Jehová. Éxodo 40.22,23
Contorno
Al pasar por la puerta, el sacerdote entraba en un recinto del tamaño de una sala amplia con un techo muy alto. Era lujoso en extremo. El lugar santo medía veinte codos por diez (casi nueve metros por cuatro y medio) y tenía una altura de diez codos.
Él veía las tablas forradas de oro que formaban las paredes laterales. La pared detrás de él ─ que constituía la puerta por la cual había entrado ─ era una hermosa cortina del techo hasta el piso, hecha de lino y finamente bordada. La pared delante de él, al lado oeste, era una cortina (“el velo”) de las mismas medidas, de cuatro colores, lujosamente bordada con, o en, querubines. Cinco columnas sostenían el techo y la primera de estas cortinas; cuatro columnas más, también forradas de oro, sostenían el techo y el pesado velo.
El techo, hasta donde él podía ver, era de lino blanco, bordado también de querubines. Sobresalía, cayendo sobre una parte menor de la puerta, una cortina roja. El piso era de tierra, pero tierra santa.
Veía tres muebles: a su derecha, una mesa forrada de oro; a su izquierda, una lámpara o candelero de oro puro; y delante de él, junto a la cortina, otro altar. El significado espiritual de estas tres estaciones de trabajo no permitía que fuesen ubicadas en el atrio; estaban en este salón conocido como el lugar santo, visibles sólo a los sacerdotes.
La Mesa
Leemos de esta mesa en el santuario, llamada por cierto la mesa limpia, en Éxodo 25.23 al 30, 37.10 al 16 y Levítico 24.5 al 9. Es la primera de varias en el Antiguo Testamento:
- Saúl asignaba no poco significado a la ausencia de David a la mesa del rey, y con mucha razón. 1 Samuel 20.29
- David manifestó su bondad a la casa de Saúl al invitar a su descendiente discapacitado, Mefi-boset, a comer a su mesa continuamente. 2 Samuel 9.7
- Durante la reconstrucción del muro, Nehemías apoyó la restauración del remanente al ser anfitrión para unos ciento cincuenta hombres que comieron a su mesa. Nehemías 5.17
- Eliú le dijo a Job que Dios iba a bendecir su obediencia con una abundancia para su mesa. Job 36.16
- Los salmos emplean la mesa cuatro veces en este mismo sentido; a saber, una figura de la bendición o la presencia de Dios. Salmo 23.5, 69.22, 78.19 y 128.3
- La sabiduría edificó su casa … y puso su mesa. Proverbios 9.1,2
- Mientras el rey estaba en su reclinatorio [reclinado a su mesa], dice la esposa, su nardo dio su olor. Cantares 1.12
Nuestra lista se está volviendo larga, así que pasaremos al Nuevo Testamento:
- La mujer cananea sabía que estaba fuera del círculo de bendición divina porque no había comido siquiera de las migajas que caían de la mesa. Mateo 15.27
- El rico no quería tener nada que ver con el mendigo Lázaro, y éste anhelaba buscar sobrantes debajo de la mesa. Lucas 16.21
- Resucitado ya ─ figura de nuestro futuro estado eterno ─ Lázaro de Betania comía a la mesa con Jesús. Juan 12.2
- De entre toda la infidelidad de Judas, el Señor señaló al traidor como tal cuando comía con Él a la mesa. Lucas 22.1
- La gran enseñanza en 1 Corintios 10 acerca de la separación al Señor y del mundo se basa en la figura de dos mesas.
¿No es evidente, entonces, que la mesa en las Escrituras es una figura de la comunión y bendición que el Dador derrama sobre los suyos, y por ende de la relación de los suyos con otros? El Evangelio de Lucas narra relatos de mesas cargadas de delicias en la gran cena de la salvación, en la casa del padre del ex pródigo, etc. Son ilustraciones de la mesa del Padre para su pueblo individualmente. La mesa del tabernáculo hubiera podido corresponder a éstas al haber sido ubicada afuera en el atrio, pero no es el caso.
Contenido
Sobre la mesa había panes. Dentro del candelero había aceite. Sobre el altar de oro había incienso. Estos tres elementos eran componentes esenciales, de igual importancia que el respectivo mueble.
“Cocerás … doce tortas … y las pondrás en dos hileras, seis en cada hilera, sobre la mesa limpia delante de Jehová. Pondrás también sobre cada hilera incienso puro … Cada día de reposo lo pondrá continuamente en orden delante de Jehová”, Levítico 24.5 al 9.
Son abundantes los cuadros pintados en siglos recientes que muestran los panes, o tortas, en dos pilas de seis, pero es un error. Estaban colocados en dos hileras de seis, todos reposando sobre la mesa en sí, por estrecho que haya sido el mueble. Fijémonos en que estaban “delante de Jehová”.
Aplicación
La mesa en el santuario habla de Cristo como el sustento para su pueblo en comunión con Dios. Su enfoque es en buena parte a la iglesia local.
La comunión al alcance del creyente en nuestros tiempos es tanto vertical como horizontal; es decir, con Dios y con los hombres.
Hay la comunión con las Personas de la Trinidad: “Nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo”, declaró Juan en 1 Juan 1.3. La comunión del Espíritu Santo se menciona en 2 Corintios 13.14, Filipenses 2.1. “Fiel es Dios”, escribió el apóstol a los incumplidos corintios al comienzo de la primera epístola a ellos, “por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor”. Pablo tenía el hondo deseo de tener comunión con Cristo en sus sufrimientos, llegando a ser semejante a Él en su muerte; Filipenses 3.10.
Fluyendo de esta comunión entre el creyente y las divinas Personas, los hijos de Dios tienen comunión entre sí sobre una base de uno a uno. Juan quería tener comunión con sus lectores, 1 Juan 1.3, pero sabía que era condicional: “Dios es luz. Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros”, 1.7. El Testamento habla de manifestaciones específicas de esta comunión lateral, usando términos como “vuestra comunión en el evangelio”, “la diestra de comunión” en la obra del Señor, y también por medio de donativos a creyentes necesitados y evangelistas.
Los creyentes primitivos en Jerusalén perseveraban en la comunión unos con otros, y precisamente en el contexto de la doctrina de los apóstoles y la cena del Señor en particular, Hechos 2.42. El hecho de pasar el pan y la copa de mano en mano en la cena del Señor es una elocuentísima expresión de este enlace, y es una verdad que Pablo expone en la sección de 1 Corintios que se encabeza “cuando os reunís” ─ en otras palabras, en la capacidad de una iglesia local; p.ej. 11.33. Es en la asamblea que más se unen la comunión vertical y la horizontal: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”, Mateo 18.20.
Mencionamos arriba la comunión “en el contexto de la doctrina”. Esto lleva nuestros pensamientos a 1 Corintios 10, el gran capítulo sobre la comunión, donde se emplea la figura de la mesa. Mejor dicho, dos mesas: una donde el creyente debe estar sentado los siete días de la semana, “la mesa del Señor”, y otra que no le interesa, “la mesa de los demonios”. Estas “mesas” se mencionan al final de la larga sección de la epístola que trata de la conducta del creyente como un individuo. Pero nos apresuramos a añadir que la cena del Señor, un acto congregacional, es la máxima expresión de la comunión que el creyente en particular haya tenido con el Señor día a día a su mesa.
Al escribir su segunda epístola, Pablo volvió al tema del conflicto entre la comunión con Cristo y la comunión con el mundo. “¿Qué comunión la luz con las tinieblas?” pregunta retóricamente en su orden a no unirnos en yugo desigual con los incrédulos, 6.14 et seq.
Retomando, entonces, nuestros comentarios sobre el sentido para nosotros de la mesa en el tabernáculo, diremos a título de repaso que si el atrio proyecta la experiencia personal del creyente, el lugar santo (entrado sólo por pasar entre las columnas de instrucción divina) es más una figura de la asamblea local. El primer vaso sagrado que se encuentra en aquel recinto tipifica al creyente individual y colectivamente en el disfrute de lo que Dios da a su “mesa”.
Ante la mesa, Él da y nosotros participamos.
Pero esto es sólo una parte, y quizás la menor parte. La mesa nos lleva mucho más allá de la provisión para los sacerdotes.
Héctor Alves
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