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Al entrar al templo de Salomón no podríamos dejar de impresionarnos por la belleza y riqueza desplegadas dentro de este maravilloso y majestuoso edificio. Sería muy difícil poder describir lo que debió verse allí adentro, donde solamente a los sacerdotes les era permitido entrar durante su servicio.
Al entrar al santuario del templo veremos que todo alrededor está cubierto de oro. Las paredes, el techo, los muebles e, incluso, el piso. El piso del tabernáculo era la tierra árida del desierto, un recordatorio de que esta tienda estaba relacionada con algo terrenal. El piso del templo era de oro, recordándonos nuevamente del carácter celestial de este edificio.
Las paredes
Las paredes estaban formadas de varios materiales: piedra, plata, madera y oro. De todos estos, el material que era visible dentro del santuario era el oro.
Las piedras
En 1 Crónicas 29:2, se nos enseña que las piedras utilizadas para construir las paredes eran "piedras de mármol en abundancia”. La palabra hebrea para ‘mármol’ da la idea de piedras blancas. De acuerdo con 1 Reyes 7:9 éstas eran piedras “cortadas y ajustadas con sierras según las medidas”.
Podemos pensar en las piedras como figura de Cristo. La blancura nos hace considerar su santidad. En su nacimiento el ángel dijo “por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35). Pedro dijo al pueblo de Israel “vosotros negasteis al Santo y al Justo” (Hechos 3:14) y el escritor a los Hebreos nos da más detalle aún, “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” (Hebreos 7:26).
Además, estas piedras eran cortadas y ajustadas con sierra hablándonos de los sufrimientos de Cristo. Esto fue hecho en lugares de cantería ya que “ni martillos, ni hachas se oyeron en la casa”. Así fueron preparadas estas piedras a la perfección para luego ser colocadas en el templo. Citando el libro de Hebreos nuevamente, leemos que Cristo “aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:8-9). Los sufrimientos de la cruz, fuera de la ciudad, le hicieron el Salvador perfecto y capaz para redimir al pecador. Ahora Cristo está sentado en la gloria, ya no más sufrimientos ni dolor, por cuanto la obra quedó consumada. Como dice el himno:
Ya pasó la noche triste,
noche de dolor,
cuando en cruz cruel sufriste,
oh Señor.
Cristo es la ‘piedra viva’ y los creyentes, como piedras vivas, llevamos el mismo carácter de nuestro Salvador, porque estamos en Cristo y somos vistos en Él. De acuerdo con 1 Corintios 6 hemos sido “lavados y santificados”, por lo que en el Nuevo Testamento los creyentes somos referidos como santos. Allí vemos ilustrado el color blanco de estas piedras.
Igualmente, en las piedras cortadas y ajustadas podemos aprender sobre las pruebas y tribulaciones que los creyentes pasamos en nuestra vida cristiana. Estos sufrimientos son aquellos que “padecemos como cristianos”. El Señor dijo “en el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33). Estas aflicciones son solamente por un poco de tiempo, y tienen como fin conformarnos a la imagen de Cristo. El apóstol Pablo nos enseña que “las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18), porque cuando estemos en el cielo “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
La madera
Cuando estudiamos el tabernáculo normalmente aplicamos la madera a la humanidad de Cristo, por lo que haremos lo mismo con el templo. Al menos 4 tipos de madera están asociadas al templo. Tres son mencionadas en 1 Reyes 5-6 (cedro y ciprés, 1 Reyes 5:8; y olivo, 1 Reyes 6:23), la cuarta proviene del arca del pacto que estaba en el lugar santísimo, por lo que su mención la encontramos en Éxodo 25:10.
El arca del pacto estaba construida con madera de acacia la cual nos hace pensar en la humanidad del Señor Jesucristo. Aquel que es Dios se hizo hombre, el gran misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne. Cristo era completamente Dios y completamente hombre.
La madera de cedro tiene la característica de que no es comida por polilla. Hongos o insectos no penetran esta madera. Esto nos hace pensar en la perfección del Señor Jesucristo, no podía ser contaminado por el pecado. No solamente que no hizo pecó, sino que no podía pecar, por eso se nos dice: “no hay pecado en Él” (1 Juan 3:5).
La madera de ciprés es usada por su fuerza. Aquí aprendemos algo sobre el poder del Señor. Sus milagros y señales eran muestra de su gran poder. También el apóstol nos habla del “poder de su resurrección” (Filipenses 3:10), ya que, sin duda, la resurrección es una indiscutible demostración de su poder.
El agradable aroma de la madera de olivo es lo que hace esta madera especial. Todo lo que el Señor Jesús es y todo lo que hizo fue de grato aroma para Dios.
La plata
Había más de un millón de talentos de plata usados en el templo. La mayoría de este material fue para hacer lámparas, mesas y tazas de plata (1 Crónicas 28:15-17) que fueron colocados en los aposentos del templo. En cuanto al templo como tal, solamente tenemos referencia a la plata en las paredes de la casa: “siete mil talentos de plata refinada para cubrir las paredes de la casa” (1 Crónicas 29:4).
La plata nos habla de la redención. Esta plata era refinada, había pasado por fuego. Aquí podemos notar los sufrimientos de Cristo para obtener nuestra redención. Al pensar en los sufrimientos y la redención nos acordamos del versículo en Efesios 1:7, “en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”.
El oro
El oro era el único material visible dentro del templo. Todo era de oro con decorados hermosos. El oro nos habla de la gloria de Dios. En la presencia de Dios la gloria de Dios es evidente.
En cuanto al Señor ya hemos hecho referencia a su deidad. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).
También el oro está asociado a los cielos como se menciona en Apocalipsis 21 donde se nos dice que la ciudad era de oro puro y la calle de la ciudad de oro puro.
Los adornos
Las paredes estaban adornadas con hermoso arte que realzaba la belleza interior del templo. En 1 Reyes 6:29 dice: “Y esculpió todas las paredes de la casa alrededor de diversas figuras, de querubines, de palmeras y de botones de flores, por dentro y por fuera”.
La decoración, hecha en relieve, agregaba belleza al edificio y también tiene lecciones que podemos apreciar.
El Salmo 92:12 nos enseña que “el justo florecerá como la palmera”. A pesar de que la palmera acostumbra a crecer en tierras áridas, es un árbol fructífero. Isaías 53, hablando de Cristo, comienza diciendo que Él subiría “como raíz de tierra seca” y termina diciendo que “verá el fruto de la aflicción de su alma”. Israel era tierra seca, una nación sin fruto, un pueblo “que de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí”. En tierra seca, Cristo, como palmera, dio fruto abundante para Dios. Él glorificó al Padre en la tierra haciendo siempre la voluntad del Padre a pesar de que a su alrededor había pecado y religión sin vida. El fruto también se ve en los botones de flores mencionados en la decoración del templo.
Los querubines siempre están asociados a la presencia de Dios. Leemos de ellos por primera vez en Génesis 3:24, cuando Dios puso querubines y una espada encendida a la entrada del huerto del Edén. Es difícil representarlos ya que no hay una descripción de cómo son ellos físicamente. El dibujo en este modelo del templo es simplemente una representación simbólica. Ellos indicaban que en el templo estaría la presencia de Dios. Lo maravilloso en cuanto al Señor Jesucristo es que le llamarían “Emanuel, que traducido es, Dios con nosotros”. La misma presencia de Dios entre los hombres, una verdad que no se puede comprender ni describir con palabras.
La belleza interior del templo nos lleva a considerar la persona de Cristo y poder decir como el salmista: “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres” (Salmo 45:2).
Miguel Mosquera
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