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El Templo de Salomón – Estudio 6 – Dedicación y Destrucción

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La dedicación del templo de Salomón fue un evento sin precedentes en Israel. Una ocasión para celebrar y regocijarse, cual nunca lo hubo antes en Israel. Tristemente, también la destrucción fue un evento sin precedentes en Israel. La toma de la ciudad de Jerusalén y la destrucción de todo aquello que había sido tan valioso era motivo para lamentarse.

Sin embargo, Dios es el mismo, grande y majestuoso. Dios no llego a ser más por tener un templo tan magnífico, ni vino a ser menos porque este templo fuese destruido.

Dios no está limitado a un edificio, ni siquiera al templo de Salomón, pero Dios estaba demostrando su aprobación a esta casa y su identificación con ella y con el pueblo de Israel. ¡Qué maravilla, el Dios Altísimo morando entre su pueblo! Lo primero que trae la presencia de Dios entre su pueblo es la bendición al pueblo de Israel y al Dios de Israel. Esto fue lo que hizo Salomón, “Y volviendo el rey su rostro, bendijo a toda la congregación de Israel... Y dijo: Bendito sea Jehová, Dios de Israel” (1 Reyes 8:14-15).

Esto, por supuesto, nos llevará a considerar la venida de Cristo a este mundo. Llamarían su nombre Emanuel, que traducido es, Dios con nosotros. Nuestras mentes no podrán comprender a plenitud el significado de lo que el apóstol llama el gran misterio de la piedad: “Dios fue manifestado en carne”. Salomón dijo: “Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener” (1 Reyes 8:27). Aunque parezca imposible, es una realidad contundente, Cristo vino al mundo; Dios moró sobre la tierra.

Simeón tomó a Jesús en sus brazos “y bendijo a Dios” y bendijo a José y María. Cristo vino a traer bendición al pueblo y a salvarle de sus pecados. Su vida trajo bendición a todos aquellos que le conocieron, pero más aún, a quienes le recibieron les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.

La Dedicación del Templo
La gloria de Dios

El arca fue traída desde la ciudad de David, Jerusalén, hacia el monte del templo. Fue traída por los sacerdotes y colocada en el lugar santísimo, debajo de las alas de los dos querubines. “Y cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Jehová. Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová” (1 Reyes 8:10-11).

El arca del pacto es figura del Señor Jesucristo. Su entrada al santuario, entre los dos querubines, nos hace considerar la exaltación de Cristo hasta lo sumo, al lugar de preeminencia. Aquel que fue rechazado en la tierra Dios le ha dado honra y gloria en los cielos, “Siéntate a mi diestra, hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies” (Hebreos 1:13).

La exaltación del Señor Jesucristo es muestra de la aprobación de Dios a su vida y obra en la cruz. “Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios” (Marcos 16:19). También 1 Timoteo 3:16 nos señala que Aquél que fue manifestado en carne, luego fue “Recibido arriba en gloria”.

De la misma manera en la iglesia Cristo debe tener el lugar central y de preeminencia, “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20).

La palabra de Dios

La finalización del templo fue una evidencia del cumplimiento de la palabra de Dios. Salomón dijo: “que has cumplido a tu siervo David mi padre lo que le prometiste; lo dijiste con tu boca, y con tu mano lo has cumplido, como sucede en este día” (1 Reyes 8:24). Dios cumple lo que dice. Su pacto y sus promesas son fieles y podemos descansar plenamente en ellas.

El cumplimiento de la palabra de Dios en el pasado nos da seguridad y nos lleva a confiar en que las promesas de Dios se cumplirán en el futuro, como lo dijo Salomón: “cumple a tu siervo David mi padre lo que le prometiste, diciendo: No te faltará varón delante de mí, que se siente en el trono de Israel” (1 Reyes 8:25).

La venida de Cristo demuestra también el cumplimiento de la palabra de Dios, cuando las profecías que Dios había hablado en relación al Mesías se cumplieron en Jesús. Tantas veces, en los evangelios, leemos en relación a lo ocurrido “para que se cumpliese la Escritura”.

La morada de Dios

Al menos 8 veces en 1 Reyes 8 leemos de la expresión “tú lo oirás desde los cielos”. Esto está en concordancia con lo que dijo el apóstol Pablo en su predicación: “siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas” (Hechos 17:24). Aunque la presencia de Dios estaba en el santuario, Él no estaba limitado a las paredes y el techo del templo.

Salomón dijo: “Jehová ha dicho que él habitaría en la oscuridad” (1 Reyes 8:12) y el apóstol también nos dice que Dios “habita en luz inaccesible” (1 Timoteo 6:16). Sin embargo, había la garantía de que la oración hacia el templo sería escuchada por Dios desde su morada. Había acceso al trono de Dios. Esto es figura de Cristo como nuestro gran Sumo Sacerdote en los cielos, intercediendo por nosotros y que nos llama a acercarnos “confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).

La destrucción del templo

Poco tiempo pasó antes que el pueblo de Israel dejara de valorar la riqueza contenida en el templo. El mismo Salomón dejó de tener atractivo por el templo y el altar del sacrificio y su corazón se inclinó a los ídolos. La desobediencia de Roboam trajo a Sisac, rey de Egipto, quien saqueó los tesoros de la casa de Jehová (1 Reyes 14:25-26). Asa entregó los tesoros de la casa de Jehová al rey de Siria para hacer alianza con él (1 Reyes 15:18). Acaz cerró las puertas del templo (2 Crónicas 29:3) y Manasés edificó altares en la casa de Jehová (1 Reyes 21:4).

El pueblo de Israel se entregó a la idolatría y se apartaron de Dios. Quebrantaron el pacto que Dios había hecho con ellos. Dios por muchos años y de muchas maneras, habló al pueblo de Israel para hacerles volver de su mal camino, pero ellos no escucharon. Rechazaron a Dios, menospreciaron su casa y se entregaron al culto de los dioses ajenos.

¡Qué gran pérdida para el pueblo de Israel! Su desobediencia tuvo graves consecuencias. Sin embargo, esto no frustró de ninguna manera los propósitos eternos de Dios para con su pueblo. A Jesús le rechazaron, le colgaron en una cruz fuera de la ciudad, pero Dios le levantó de entre los muertos, vindicando a su Hijo, y aun, también, ha determinado el día en que regresará en gloria “y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén” (Apocalipsis 1:7).

Ninguno de los siguientes templos que han sido construidos han igualado la grandeza y gloria de este primer templo de Salomón. El templo de Salomón será eclipsado solamente por un templo y una Persona más grandiosa, cuando Cristo venga en gloria a reinar sobre la tierra. La descripción de este templo se encuentra al final del libro de Ezequiel. “Y el nombre de la ciudad desde aquel día será Jehová-Sama” (Ezequiel 48:35), que significa, Jehová está allí.

Miguel Mosquera

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