Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra1 Reyes 17:1
Elías vivió en tiempos difíciles, de gran adversidad para un hombre de Dios. El pueblo de Israel venía en un descenso espiritual peligroso, entregado a la idolatría y confusión religiosa, y lo que es peor de todo es que ¡no se daban cuenta! El pueblo vacilaba entre seguir a Baal y seguir a Dios (1 Reyes 18:21). El líder de Israel, el rey Acab, era un hombre débil de carácter, que se dejaba manipular por cualquiera, inclinándose con facilidad a lo más conveniente para él.
Elías fue un hombre completamente diferente. Tenía sus convicciones muy firmes en Dios y su Palabra. Hizo frente al error y al pecado de Acab y del pueblo de Israel. Experimentó el cuidado de Dios en sostenerle en tiempos de gran hambre, así como demostró el poder del Dios vivo y verdadero en el monte Carmelo frente a los falsos profetas de Baal.
El secreto de Elías era su comunión con Dios y su convicción en la Palabra de Dios. Santiago lo describe como un hombre que oraba fervientemente y que vivía constantemente en la presencia de Dios. Tenía temor de Dios en su corazón y esto le guiaba a una vida de buen testimonio frente a un mundo tan perverso. No vaciló en su confianza en Dios, por eso su mensaje a Acab comienza: “Vive Jehová Dios de Israel”.
Elías pudo influenciar en su tiempo no mezclándose con los falsos profetas de Baal ni participando en los cultos religiosos del pueblo, sino viviendo una vida dirigida por Dios y conformada a la Palabra de Dios.
Nunca vamos a marcar una diferencia viviendo como el mundo, sino viviendo para Dios.
En la luz de su presencia
quiere mi alma siempre estar.
¡Cuán preciosas las lecciones
las que aprendo de Él allá!
No me turban las tristezas
ni me vence la aflicción;
pues, si ruge el enemigo,
busco abrigo en la oración.
Miguel Mosquera
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