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Epidemia

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Esta enfermedad es grave. Fue vista por primera vez en 1976 pero nunca se había expandido por tanto tiempo ni hecho tanto daño hasta el año 2014. En Marzo de 2014, el Dr. Sakoba Keita, encargado del Ministerio de Salud en Guinea, país del occidente de África, determinó que una fiebre hemorrágica, muy viral, se estaba esparciendo rápidamente y, desde Febrero, había infectado a 35 personas, de las cuales 23 habían muerto.

Se enviaron muestras de sangre a Senegal y Francia para estudios que determinaran la enfermedad y para finales de marzo los resultados confirmaron lo que se había sospechado: era Ébola. Para finales de mes 59 personas habían fallecido, la enfermedad estaba confirmada en por lo menos cuatro provincias de Guinea y posibles brotes de la enfermedad en los países vecinos de Liberia y Sierra Leona.

La mortífera enfermedad comenzó a diagnosticarse en otros países: Guinea, Liberia, Sierra Leona y Nigeria tenían casos confirmados de Ébola. Para el 8 de agosto se habían confirmado 1.779 casos de las cuales 961 habían resultado en la muerte. Fue decretada emergencia internacional, todos los países comenzaron a tomar medidas para evitarla, pero “¡la respuesta internacional es lenta!”, dice uno de los doctores.

Parece que a muchas personas no les da mucho cuidado la gravedad del asunto que una enfermedad como el Ébola pueda seguir contaminando a personas en todo el mundo. Quizás con los datos que te he dado puedas darte cuenta de lo peligroso del Ébola pero quisiera llamar tu atención a una enfermedad mucho más grave: el pecado. Dice Romanos 5:12 “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Es un asunto de preocupación mundial. Todas las personas, incluyéndote a ti, están infectadas con esta enfermedad y con ella la muerte. Fíjate en lo que el versículo dice al final TODOS PECARON. Nadie está exento de este diagnóstico. El pecado ha hecho separación con Dios, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), nos ha dejado muertos espiritualmente “estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1), merece el castigo “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23) y nos conduce a una muerte eterna “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:15). Es terrible, es trágica esta enfermedad, pero lo más triste es que la respuesta de las personas es lenta.

El doctor Sheik Umar Khan fue uno de los primeros, en Sierra Leona, en comenzar a tratar pacientes con Ébola. El trabajo era duro y arriesgado por lo contagiosa de la enfermedad y el cuidado que requerían los pacientes. Trató a más de 100 pacientes pero fue infectado con el Ébola y murió en Julio de la enfermedad. “Lo consideramos un héroe nacional” dijo el jefe de salud de ese país, Brima Kargbo. Por el bien y la salud de otros entregó su propia vida. Otros se beneficiaron pero él murió. Así fue la obra de Cristo en la cruz por nuestros pecados. Cristo no sucumbió al pecado pero llevó nuestros pecados en la cruz. Por su muerte nosotros somos beneficiados.

¿Sabías que estás contagiado con el pecado? ¿Sabías que puedes ser sano? Hoy es tiempo de aceptar la salvación

Dios no respondió lento en cuando al pecado. “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos” (Romanos 5:6). En el tiempo perfecto Dios envió a Su Hijo a morir en la cruz por nuestros pecados. El remedio está al alcance. Dios nos puede curar del pecado, perdonar de todos los pecados, pues “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). ¿Sabes que estás contagiado con el pecado? ¿Sabías que puedes ser sano? Hoy es tiempo de aceptar la salvación. No esperes más tarde, la respuesta lenta de las autoridades ha permitido al Ébola reclamar más vidas de personas. Dejar tu salvación para después puede poner en riesgo el destino de tu alma. No sea que ocurra en tu caso como en el caso del pueblo de Israel, cuando dice “Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio” (2 Cronicas 36:16).

Romer Miguel Mosquera

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