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Estudiando la Biblia

“Trato de leer pero no me queda nada”. “Mi mente vaga cuando estoy leyendo, y constantemente me pierdo”. “Leo, pero a medida que el día pasa me parece como si no soy capaz de recordar mucho”. “Lo que pasa es que no tengo tiempo”. ¿Has escuchado alguna vez alguno de estos argumentos? Jóvenes se preguntan frecuentemente: “¿Cómo puedo estudiar una porción de la Biblia y sacar provecho de ella?
La Lectura Personal

Es importante para nosotros aprender a dedicar tiempo para la lectura personal y también a apartar tiempo para el estudio de las Escrituras. Tiempo dedicado a la lectura personal de las Escrituras es esencial para cada creyente. Esto significa que debemos disciplinarnos nosotros mismos, apartando tiempo cada día únicamente para la lectura de la Palabra de Dios. Cada quien puede tener diferentes preferencias en cuanto a qué momento se adecúa mejor a su horario o su personalidad, pero definitivamente tenemos que designar un tiempo.

Orando antes de Leer

Algo fundamental para tener en mente es que antes de leer debemos pedir ayuda a Dios en oración. El escritor del Salmo 119 dijo: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (v.18). Pide la ayuda de Dios para entender la Biblia, poder concentrarte y buscar Su guía para poner en práctica lo que Él nos revele en las Escrituras. Es un libro viviente. Hebreos 4 nos recuerda que “la Palabra de Dios es viva y eficaz”. A medida que vamos leyendo, Dios abrirá Su Palabra a nosotros.

La Rutina en la Lectura

Cuando Dios dio el maná a Israel, dio instrucciones muy específicas de cómo recogerlo. Al caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan” (Éxodo 16:12). En el versículo 21 leemos “lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer”.

Dios estableció una rutina para Israel, cada día por seis días, debían recoger en la mañana. En el sexto día recogían suficiente para dos días, viernes y sábado. Cada uno de nosotros tiene ciertas presiones en la vida, quizás más de lo que nuestros padres o abuelos enfrentaron. En vista de esto, es muy importante tomar tiempo para que Dios nos hable poderosamente a través de Su Palabra. Es posible que no tengamos tiempo disponible siempre a la misma hora del día, es por eso que debemos hacer uso muy sabio de nuestro tiempo.

Es importante leer cada día de manera que, como cualquier otra cosa, se convierta en parte de nuestra rutina diaria. Provee alimento para nutrirnos y para mantener nuestro crecimiento espiritual y desarrollo. Pedro, escribiendo en su primera epístola, compara los creyentes con bebés: “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:2). El Señor Jesucristo es el gran ejemplo de esto. En la tentación, luego de 40 días y 40 noches sin comer, Satanás lo enfrentó y le dijo “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. La respuesta del Señor fue bien profunda: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:3,4).

Lectura Sistemática
Nuestras vidas serán cambiadas cuando la Palabra de Dios es puesta en práctica
La lectura de las Escrituras debe ser sistemática. Muchos cristianos abren la Biblia en cualquier lugar y esperan que Dios les hable. Esto significa que no tienen idea del contexto del libro que han seleccionado, o todo lo que el autor ha venido desarrollando. Se cuenta de la anécdota de la persona que estaba jugando la ruleta bíblica. Abrió la Biblia y apuntó en un versículo que decía “Judas fue y se ahorcó”. Lo hizo de nuevo y leyó “ve y has tú lo mismo”. Luego lo hizo la tercera vez y encontró donde decía “lo que vas a hacer, hazlo pronto”. Escoge un libro, y léelo capítulo por capítulo, lo que te permita el tiempo, marcando donde terminaste para empezar allí el día siguiente. Puede ser muy útil tener un cuaderno; mientras leemos nuestras mentes se enfocan en algún tema y pudiéramos querer trasladarnos a otros pasajes que tratan el mismo tema o algo similar. Márcalos en tu cuaderno y vuelve a ellos cuando termines la lectura. En tu lectura sistemática no dejes de un lado el Antiguo Testamento. Conozco de algunos que se han establecido la práctica de leer del Antiguo Testamento en la mañana y del Nuevo Testamento en la noche. Otros alternan leyendo un libro del Nuevo Testamento y luego uno del Antiguo. Te puede ayudar leerlo en voz alta, notando las repeticiones en el texto. Algunas cosas que se pueden repetir pueden ser pensamientos, palabras, nombres, lugares o acciones.  Si es posible, lee en una Biblia que no tenga comentarios, esto mantiene el texto libre de interrupciones.
Reflejando lo que Lees

Debemos hacernos algunas preguntas cuando leemos nuestro pasaje asignado para el día. Preguntas como: ¿qué quiere decir este pasaje? ¿Qué promesas puedo encontrar aquí? ¿Habrá alguna ilustración de la que pueda aprender? ¿Hay algún ejemplo que seguir? ¿Hay algún mandamiento que deba obedecer? ¿Hay referencia a errores en otros los cuales Dios quiere que yo evite? ¿Hay algún pecado mencionado que está presente en mi vida y necesita ser confesado? ¿Hay alguna doctrina que pueda abrazar? Haciéndonos preguntas como estas estamos interactuando con el texto. Esto podría ayudarnos con esa dificultad de no obtener nada de la lectura. Poco después que creí al Señor un viejo pescador del norte de Escocia me preguntó: “¿Has tenido días en que no retienes nada de la lectura de la Biblia? Le contesté: “Sí, me pasa con frecuencia”. “No te preocupes” me dijo “al menos estás manteniendo las redes limpias”. Comprendí lo que me quería decir. La Palabra de Dios tiene un efecto purificador incluso cuando pensamos que no hemos sacado ningún provecho a la lectura.

Es una buena práctica meditar durante el día de lo que has leído. Si crees que te puede ayudar, escribe un texto de tu lectura y llévala contigo. De esa manera te podrás recordar de la lectura y esto te va a ayudar a meditar en las Escrituras. Te va a animar a la meditación cada día. Una de las maneras que puedes aprovechar la lectura es buscar al Señor Jesucristo. Poder verle en figuras, profecía, preceptos es quizás la manera más grande de apreciar las Escrituras. Continuamente regreso a los Evangelios, ellos son la vida de Cristo.

Estudio Bíblico Dedicado

Esto nos lleva al segundo aspecto de nuestras consideraciones: ¿Cómo estudio el pasaje? Podemos dividir nuestro estudio en cinco campos diferentes, descritos a continuación:

Por Libro

Trata de leer completo el libro que vas a estudiar y, como te mencioné antes, léelo en voz alta. Luego de leerlo varias veces (no hay nada que pueda sustituir que uno lea y relea el texto), usa una traducción diferente, notando dónde ocurren diferencias entre traducciones. Márcalas para estudiarlas luego. Nota cómo el libro comienza; nota, también, cómo el libro cierra. Traza temas en el libro y determina el tema principal. Alguna de las preguntas que podemos hacernos cuando venimos a estudiar un libro son: ¿Quién es el autor? ¿Cuál es el trasfondo del libro? ¿Cuál es el contenido del libro? ¿Cuándo fue escrito? ¿A quién fue escrito? Obteniendo las respuestas  a estas preguntas te permitirá introducirte al libro. Cada libro del Nuevo Testamento debe ser considerado de acuerdo a su carácter. ¿Es un libro doctrinal (Romanos)? ¿Es histórico (Hechos)? ¿Es Profético (Apocalipsis)?. Esta distinción ayudará en la consideración del Antiguo Testamento, también.

Por Capítulo

Cuando la Biblia fue escrita no había divisiones. Esto significa que los temas que son desarrollados en el libro pueden estar interrumpidos por la división de los capítulos. Un ejemplo de esto es Isaías 52:13-15, el cual es la estrofa de apertura y parte del tema desarrollado en Isaías 53. A medida que consideramos cada capítulo debemos ver temas, considerar sus enseñanzas, evaluar los términos mencionados y buscar por textos conocidos.

Por Párrafo

¿El párrafo está tratando de algo que es histórico? ¿O es un mandamiento? ¿O quizás una exhortación? ¿Se tratará del pasado, presente o futuro? ¿Qué tanto de lo que está en el párrafo es una acción, un discurso, o una conversación? Es muy útil identificar el sujeto y el objeto del verbo principal identificado en un párrafo.

Por Versículo

Es importante notar el contexto en el cual el versículo está ubicado. Las distinciones de capítulos y párrafos, que ya mencionamos, podrán ayudar en esto. La mayor parte de los errores doctrinales que vemos en otras denominaciones se deben al hecho de tomar textos fuera del contexto. Es por esto del dicho: “un texto fuera de contexto es un pretexto”.

Por Palabras

Preguntas relacionadas con las palabras en cualquier versículo: ¿Qué significa esta palabra? ¿Siempre tiene el mismo significado? ¿Cuáles son otros contextos en los cuales esta palabra en particular se encuentra? Esto significa que vamos a necesitar de otros recursos para ayudarnos en nuestra comprensión. La concordancia, diccionarios, mapas, son algunas herramientas que te pudieran ayudar. Debemos siempre recordar que las palabras están atadas a su contexto. Los principios ya mencionados en relación a los libros, capítulos, párrafos y versículos deben ser tomados en cuenta antes de considerar las palabras.

Es una buena práctica mantener la secuencia a medida que estudiamos un pasaje. Si algún detalle interesante ha sido dado en un ministerio o en un estudio bíblico, toma nota de esto. Actualiza tus notas personales agregando el nuevo material que recibiste. Esto te anima a mantenerte activo en el estudio personal. Te preserva de pereza y te abre a nuevas líneas de aprendizaje. También nos preserva de estar confiando en nuestra memoria, la cual puede ser buena ahora, pero luego se va perdiendo.

Para resumir, necesitamos ser disciplinados en nuestra lectura, y debemos asignar una parte de nuestro tiempo para este propósito. Requerimos de la ayuda de Dios para abrir las Escrituras y debemos solicitarla. Debemos tener un plan sistemático de lectura de las Escrituras ya que ellas están para ser leídas. La meditación es esencial si queremos tener provecho de la lectura. Debemos recordar que la lectura de las Escrituras afectará nuestras acciones. Nuestras vidas serán cambiadas cuando la Palabra de Dios es puesta en práctica. Que nuestra actitud sea la del salmista: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:11).

John Meekin
Tomado de Truth & Tidings
Usado con permiso

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