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Antes de ir a la cruz, el Señor Jesucristo estuvo con sus discípulos en el aposento alto donde celebró la Pascua e instituyó la cena del Señor. Luego que Judas Iscariote salió de aquel lugar, el Señor habló al corazón de sus discípulos para darles consuelo y fortaleza, ya que Cristo sería entregado para ser crucificado. Fue en esta ocasión en que el Señor les dio la promesa de la venida del Espíritu Santo, lo cual queremos considerar en este estudio.
Ahora, antes que consideremos los capítulos 14 al 16 del evangelio de Juan, es bueno que entendamos algo sobre la actividad del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento para poder entender mejor lo que Cristo quiso decir con la venida del Consolador.
El Espíritu Santo en el Antiguo Testamento
La actividad del Espíritu Santo se puede ver desde el comienzo de nuestra Biblia. Es mencionado por primera vez en Génesis 1:2 donde nos dice que “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”. También se nos da a entender en la creación del hombre, cuando Dios dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26).
Sin embargo, el Espíritu Santo no había venido permanentemente al mundo, ya que su venida fue prometida por el Señor Jesucristo cuando dijo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre” (Juan 14:26), y dos veces más el Señor habla sobre la venida del Espíritu Santo (Juan 15:26; 16:7). Sin embargo, esto no significa que el Espíritu Santo estaba completamente ausente durante este tiempo.
El Espíritu Santo venía ocasionalmente sobre algunas personas, de lo cual tenemos varios ejemplos en las Escrituras como Bezaleel (Éxodo 31:1-3), los ancianos de Israel (Números 11:25), los jueces (Jueces 3:10; 6:34), Saúl (1 Samuel 10:10), además de otros casos, e incluso vino sobre el perverso Balaam (Números 24:2). Solamente leemos de David que “desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David” (1 Samuel 16:13). Entonces en el Antiguo Testamento no vemos al Espíritu Santo morando permanentemente en los creyentes, como lo es el caso de los creyentes en la Iglesia.
Esto es lo que marca la diferencia en cuanto al Espíritu Santo antes del día de Pentecostés en Hechos 2 y después de su venida, prometida por el Señor Jesucristo en el aposento alto.
El Consolador
Juan capítulos 13 al 17 nos narran los acontecimientos en el aposento alto. El Señor comienza dándoles PRINCIPIOS a sus discípulos, como el lavar los pies. También les da PRECEPTOS a sus discípulos, como amarse unos a otros. También les PREDICE lo que va a ocurrir, como la traición de Judas y la negación de Pedro. Finalmente les da PROMESAS, comenzando con su segunda venida, en los primeros versículos del capítulo 14, y también la promesa de la venida del Espíritu Santo.
Es a esta última promesa a la que queremos hacer referencia. El Señor introduce el tema diciendo: “yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad... vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:15-17).
Ahora, ¿por qué el Señor se refiere al Espíritu Santo como ‘otro Consolador’? Veamos primero esta palabra ‘otro’. Es la palabra griega ‘allos’ que significa ‘otro del mismo tipo’ (a diferencia de la palabra ‘heteros’ que quiere decir ‘otro de diferente tipo’). Entonces, Cristo está queriendo decir que el Espíritu Santo es otra Persona, sin embargo, que es “del mismo tipo” o, también, de la misma naturaleza divina como lo es Él.
Sigue con la palabra Consolador, que en griego es: ‘parakletos’, y tiene la idea de uno que va al lado del otro. Esta palabra es usada nuevamente en 1 Juan 2:1 donde se traduce como “Abogado” y está refiriéndose al Señor Jesucristo. Es traducido como Abogado debido a que se utilizaba con este sentido, de uno que en una corte asistía judicialmente a otro. Aunque también lleva la idea de quien ofrece ayuda o socorro.
El contexto de lo que el Señor les está diciendo consiste en que Cristo se iba a ir al cielo pero que no los dejaría huérfanos. Entonces, podemos entender que la labor del Espíritu Santo consistiría en continuar la labor que Cristo había comenzado durante su ministerio, pero extendida a todo creyente en Cristo. Entonces, podríamos usar palabras como: ayudador, consolador, guiador, abogado y fortalecedor. Él estaría presente antes del conflicto para fortalecernos y prepararnos, durante el conflicto para guiarnos, ayudarnos y abogar por nosotros, y luego del conflicto para darnos consuelo.
De manera que, con estas palabras nos damos una idea de la tarea del Espíritu Santo con relación a los creyentes. El Señor Jesucristo había estado junto con los discípulos en todo momento, durante su ministerio y ahora les dice que no les iba a dejar huérfanos, porque enviaría a otro Consolador, el Espíritu Santo.
La promesa de la venida del Espíritu Santo se cumplió el día de pentecostés, después de la ascensión del Señor al cielo. El libro de Hechos de los apóstoles es el libro que más menciones tiene al Espíritu Santo, por lo que muchas veces se le llama Hechos del Espíritu Santo. Vamos a encontrar al Espíritu Santo siempre al lado de los discípulos para ayudarles. Cualquiera fuera la situación en la que se encontraran, allí estaba el Consolador para brindarles apoyo, consuelo, guía, ayuda y palabra.
Podemos notar varios ejemplos:
- Cuando Pedro y Juan estaban frente a los sacerdotes, dice: “Pedro, lleno del Espíritu Santo” (Hechos 4:8)
- Esteban, cuando iba a ser apedreado: “lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo” (Hechos 7:55)
- Encontramos al Espíritu Santo guiando a Felipe a un etíope (Hechos 8:26)
- Elección y encomendación de los misioneros, Pablo y Bernabé, a la obra (Hechos 13:2)
- Estaba con el apóstol Pablo durante todo su recorrido. Lo vemos cuando dice: “salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones” (Hechos 20:23)
- Así como el Señor Jesucristo había andado con sus discípulos durante su ministerio aquí en la tierra, de la misma manera el Espíritu Santo está con nosotros todos los días.
Actividades del Espíritu Santo en los creyentes
En estos capítulos el Señor también describe algunas actividades que el Espíritu Santo hará por los creyentes.
En primer lugar, se le llama el Espíritu de verdad, porque “Él os guiará a toda la verdad” (Juan 16:13). También el Señor dijo: “el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas” (Juan 14:26).
La Biblia es la “espada del Espíritu” de acuerdo con Efesios 6. De manera, que el Espíritu Santo utilizará la Palabra de Dios para instruirnos. ¿Cómo lo hace? Nos enseña 1 Corintios que “hablamos no con palabras de sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1 Corintios 2:13).
Iba a estar con nosotros y en nosotros. Su presencia sería constante e invariable. Su compañía nos permitiría estar equipados para el servicio y preparados para las pruebas.
La obra del Espíritu Santo no estaría limitada a los creyentes, sino que también la vemos en el incrédulo, porque: “convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). Cristo mismo explica el significado de esto:
- “De pecado, por cuanto no creen en mí”. Es el Espíritu Santo quien hace al pecador darse cuenta de su condición delante de Dios. Sin embargo, el mayor pecado es rechazar a Cristo como Salvador, ya que, quien le rechaza, no tiene otra manera de salvación.
- “De justicia, por cuando voy al Padre, y no me veréis”. La resurrección y ascensión es la garantía de nuestra justificación, como lo dice Romanos 4:25: “el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”.
- “De juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado”. La derrota del enemigo, Satanás, ya está determinada. El triunfo de la cruz es evidencia de ello, así como lo es su resurrección. La derrota final será ejecutada todavía en un futuro, de lo cual el Espíritu Santo convence al pecador.
Finalmente, notemos que la labor del Espíritu Santo no es atraer la atención a sí mismo, sino dirigirnos a Cristo. “Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14).
La labor del Espíritu Santo no ha terminado, y su obra es tan maravillosa que el Señor les dice a sus discípulos que “os conviene que yo me vaya... si me fuere, os lo enviaré” (Juan 14:7).
Miguel Mosquera
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