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Estudios sobre el Espíritu Santo – 05 – El Sello y la Morada del Espíritu en el creyente

https://www.youtube.com/watch?v=nJIH5Dsep20

El Espíritu Santo viene a morar en una persona desde el mismo momento en que es salva. Los salvados somos propiedad de Dios, comprados a un precio muy elevado, “habéis sido comprados por precio... no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Corintios 6:20; 1 Pedro 1:18-19). Dios nos ha dado una señal que demuestra que somos posesión de Él y esta señal es el sello del Espíritu Santo de la promesa.

Por eso, este será nuestro texto base en nuestro estudio:

En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloriaEfesios 1:13-14

Así que, notaremos tres puntos sobre este tema:

  • El Sello del Espíritu Santo
  • La Santificación por el Espíritu Santo
  • La Seguridad en el Espíritu Santo
El Sello del Espíritu Santo

El creyente es sellado con el Espíritu Santo desde el mismo momento de su conversión. En el versículo que citamos podrá notar el paralelo con otro pasaje muy conocido al predicar el evangelio: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna” (Juan 5:24).

Fíjese de lo siguiente:

No existe ningún período de tiempo entre el momento de la salvación y el sello del Espíritu Santo. Venimos a ser sellados y el Espíritu Santo viene a morar permanentemente en la persona. Este es uno de las bendiciones que el creyente goza por su fe en Cristo.

Adicionalmente, Gálatas 3:3 nos confirma lo que ya hemos dicho: “¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?... ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” De manera que, el sello y la morada del Espíritu Santo en el cristiano, no es un privilegio de algunos grandes hombres o mujeres consagradas, sino que es la marca de propiedad de todo el que es salvo.

Así que, a los ojos de Dios, hay solamente dos opciones: o somos de Él, o no somos de Él. Por eso nos dice Romanos 8:9 que “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”. Allí está bastante claro que todo el que es de Dios tiene el Espíritu Santo.

La Santificación por el Espíritu Santo

La morada del Espíritu Santo en nosotros no solamente tiene implicaciones doctrinales, pero también implicaciones prácticas. Nos dice 1 Corintios 6:19-20 “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.

Es una gloriosa verdad que tenemos el Espíritu Santo en nosotros, y a la vez esto presenta una gran responsabilidad para nosotros de glorificar a Dios en nuestro cuerpo. Ya que hemos sido comprados por un precio tan alto, entonces debemos glorificar y agradar a Aquel que nos compró. Nuestras acciones, decisiones, deseos, palabras y todo en nuestra vida debe ser hecho en el temor de Dios, con respeto hacia Él, buscando siempre su aprobación. El pecado no gobierne en nuestros corazones.

La Seguridad en el Espíritu Santo

El v.14 que hemos citado nos dice que el Espíritu Santo es “las arras de nuestra herencia”. Esa palabra ‘arras’ es la garantía que nos da la seguridad de que tenemos una herencia en los cielos y de que la recibiremos. Dios no nos engaña, pero nos ha dejado el Espíritu Santo que nos permite disfrutar en anticipación lo que gozaremos por la eternidad en los cielos, pero a la vez nos garantiza de que recibiremos esta herencia.

De manera que, a diferencia de los creyentes del Antiguo Testamento, no tenemos que temer que el Espíritu Santo sea quitado de nosotros, como lo había dicho David: “no quites de mí tu santo Espíritu” (Salmo 51:11). 
“Hasta la redención de la posesión adquirida” tiene en mira la completación de esta redención cuando estemos en los cielos con Cristo.

Otros pasajes que considerar

Los versículos que ya hemos considerado establecen la doctrina en cuanto al Espíritu Santo en el creyente, y a la luz de estos pasajes podemos entender otras porciones en las Escrituras que vamos a considerar:

Hechos 8:16-17 y Hechos 19:1-7

“Aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo”. Leemos de muchas personas que fueron salvas a lo largo del libro de los Hechos, sin embargo, no vemos que los apóstoles siempre estaban imponiendo las manos para que recibieran el Espíritu Santo.

Al ver el contexto de los casos en lo que se lee de la imposición de manos de los apóstoles, notaremos que fue a dos grupos en específico: los samaritanos y 12 discípulos de Juan el Bautista.

El Evangelio de Juan no señala que los samaritanos no se trataban con los judíos. Ellos habían creado su propia religión y competían con los judíos sobre quien realmente tenía la razón. Para evitar división en la iglesia fue necesario que estos samaritanos se identificaran con los apóstoles y la obra que había comenzado en Jerusalén, de manera que no hubiese una iglesia paralela en Samaria. Algo similar vemos en Hechos 19 con estos doce discípulos de Juan el Bautista.

De cualquier forma, quienes pudieron imponer las manos fueron los apóstoles: Pedro y Juan en el caso de Samaria, y Pablo en el caso de Hechos 19. No hay apóstoles en la actualidad que tengan esta autoridad divina para imponer las manos.

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