Vivimos en tiempos en que el testimonio de las iglesias ha sido debilitado y muchos han quedado con la interrogante de si la iglesia es necesaria en la vida del cristiano. La debilidad y mundanalidad en algunas iglesias no ha sido un fracaso del plan divino, sino el desvío del ser humano del patrón que Dios ha dado a la iglesia.
La iglesia no ha dejado de tener importancia o valor para Dios. Sí es cierto que las iglesias han dejado de tener impacto en el mundo y que la sociedad a nuestro alrededor mira con desprecio a las iglesias. Esto ha hecho que las iglesias utilicen métodos humanos y mundanos para tratar de recuperar ese impacto e influencia en la sociedad, atraer las multitudes y llamar a un gran avivamiento espiritual. Sin embargo, es un engaño pensar que métodos mundanos traerán avivamiento espiritual. Aunque algunas de estas iglesias aparentan tener éxito, por las multitudes que se acercan, se han convertido en un centro de entretenimiento y no una luz para el testimonio del evangelio. Dios no se impresiona por las multitudes, sino que se agrada en la obediencia a su Palabra (Jeremías 9:23-24; Isaías 66:2). Bien hacemos en recordar las palabras dichas a Samuel: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7).
Los métodos de Dios no se envejecen ni pierden vigencia. Tomemos un ejemplo: cuando al Señor Jesucristo se le preguntó sobre el matrimonio, su respuesta fue: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo...?” (Mateo 19:4). Aunque habían pasado miles de años y muchas personas habían vivido contrario al mandamiento divino, no quería decir que la institución del matrimonio había cambiado. La ordenanza dada por Dios tenía la misma vigencia del principio. De la misma manera, la doctrina y los principios dados por Dios a la iglesia en el primer siglo siguen teniendo vigencia para nosotros hoy día.
Esto nos lleva a hacernos la pregunta: ¿Cuál es esa doctrina y esos principios que Dios dio a la iglesia? De eso se trata precisamente nuestro estudio. Queremos aprender de la primera iglesia en Jerusalén y también de las instrucciones dadas por el apóstol Pablo a las iglesias, reveladas en las diferentes epístolas.
Cuando se formó la primera iglesia, en Jerusalén, el Espíritu Santo la describe de la siguiente manera:
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones
Hechos 2:41-42
Estos versículos contienen lo que llamamos “Las 7 columnas de la iglesia local”. "Los que recibieron su palabra" es una referencia a la salvación y quiero dejar este tema para ampliarlo en un estudio aparte, pero comenzaré con las otras 6 columnas para iniciar con la doctrina de la iglesia:
- Fueron bautizados - Bautismo
- Se añadieron aquel día como tres mil personas - Añadidos a la iglesia
Estas son cosas que ocurren una sola vez. Las siguientes cuatro eran practicadas continuamente:
- Perseveraban en: La doctrina de los apóstoles
- La comunión unos con otros
- El partimiento del pan
- Las oraciones
Además, tenemos las epístolas de Pablo de donde también aprendemos instrucciones relacionadas con la iglesia local, especialmente 1ª y 2ª Corintios y 1ª Timoteo. De aquí también aprenderemos:
- El silencio y servicio de la mujer en la iglesia
- La cabeza cubierta o descubierta
- La disciplina colectiva
- Las reuniones en la iglesia
- El liderazgo en la iglesia
- La ofrenda
Es importante notar que el deseo de Dios es que todo creyente esté vinculado con una iglesia local. Esa idea de que “yo puedo quedarme en casa y leer la Biblia y no necesito de la iglesia” es contrario al deseo de Dios para el creyente. La exhortación de las Escrituras es a congregarnos: “considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre” (Hebreos 10:25). Asimismo, En este mismo versículo aprendemos que la iglesia debe ser un lugar para estimularnos al amor y a las buenas obras.
Cuánto amo a la iglesia,
congregada al Señor,
dando un buen testimonio,
todo para su honor.
Él nos dijo que en medio,
donde está su nombre ya,
Cristo, invisiblemente,
con su pueblo morará.
Miguel Mosquera
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